Pues eran ya casi las 11PM y habíamos terminado de comer un rico brownie con helado de chocolate. Solo nos quedaba la última taza de té a cada uno y la bebíamos entre temas de conversaciones espontaneas que se iban por las ramas en cada segundo que pasaba.
Me daba cuenta que con esta chica, mis conversaciones se desbordaban mucho, y siempre tenia que volver atrás para arreglar un murallón caido en el canal de mis pensamientos para poder hacer fluir mi conversación en una corriente sin desvíos. Pero a ella no le afectaba que me perdiese, ya que ella misma tenía esa capacidad innata de querer desbordarse o buscar un segundo canal de palabrerío por el cual fluir. Ella estaba cómoda.
Nuestro té era exquisito; olores de naranja y canela bordeaban mi nariz mientras la miraba sacarle fotos a lo que comíamos. Hubiese querido comerle un beso con sabor a brownie, que ya no existía mas, y por ende, el beso tampoco existió.
Caminamos y seguíamos tranquilos, pensando en alguna aventura próxima a realizar, como lo habíamos hecho antes; planes que quizás nunca se cumplirían entre nosotros dos, pero ella siempre me motivaba a darle la mano mientras me decía, "prometo que iremos a Valdivia juntos en vacaciones" o "te prometo que después de terminar con mi novio tendremos sexo". Parecía que le encantaba llevar sus sueños al punto de la promesa. "Las promesas duelen sabes", pensaba por dentro, pero yo ya no me las creo mucho.Aún así me gusta ver a la gente jugar con ellas.
Se acaba la caminata, se nos había acabado el té, y ahora la chica al lado mio. Esperabamos sentados en el paradero a que llegara el bus que la dejaba en su casa. Ella se apoyaba en mi hombro y me apuntaba con su mano los marcos de las ventanas y los detalles que le gustaban de ciertos edificios. Yo me concentraba en mirar aquellos detalles, ver que clase de arte nos entregaban las piezas arquitectónicas que habían en Santiago, pero al dar vuelta mi cabeza para hablarle, me quedo mirandole su cara, tan cerca de la mía. Ella seguía tranquila, sin rasgo de complicidad. Yo dejaba por un segundo volar mi mente e imaginaba en un acto, un abrazo lento que nos atrapaba y nos hacía juntar nuestro labios lentamente. Creo que moría por un beso. Pero solo por un instante. Luego recobraba la calma, esa que parecía nunca irse por fuera.
Un abrazo y un beso en la mejilla. Una nueva promesa de un té, en su casa quizás, o lo que fuera que pasara, total nuestras citas siempre eran espontaneas.
La chica se había ido, y yo también. |