Llego la hora de la verdad, tomo su fusil, sin pensarlo dos veces, lo apretó, matar o morir, como en las películas yanquis, pero quien puede pensar cuando las balas están pasando por encima de su cabeza, miedo, miedo, miedo, solo eso inundaba su ser. Cerro los ojos, mientras abrazaba su fusil, su salvación, el sargento gritaba, su lanza gritaba, todos gritaban, simplemente no quería estar ahí, ¿Por qué estoy aquí?, ¡Me quiero ir!, ¡Mi familia, mi mama!, empezó llorar, cabeza abajo y petrificado solo lloraba. Abrió los ojos, su lanza ya no estaba, el miedo fue aun peor, ¿Cómo?, ¡Dónde está Ramirez!, cerró los ojos de nuevo esperando algún milagro que lo llevara de nuevo a pueblo, con su familia, comiendo sancocho.
Debieron pasar unos 20 minutos o tal vez 3 horas, no lo sabía, sintió que algo le toco el hombro, era Ramirez, ¿Lanza está bien?, le pregunto, él no entendía nada, Ramirez lo sacudió de nuevo, ya entrando en razón se dio cuenta que todo había pasado, Ramirez con una sonrisa le dijo: Lanza responda, ¿está bien?, él asintió, Ramirez con la misma sonrisa lo ayudo a parar, diciendo: -Lanza, la guerra no es para usted-.
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