Hacía varios días, para ser más exactos meses que Juan venía muriéndose y nada que se moría, más de una funeraria se quedaron con los crespos hechos pues Juan volvía de esa agonía y tenían que llevarse candeleros, sirios pascuales y hasta flores. Pero esta vez si parecía que atravesaría contento el túnel. Su médico de cabecera dijo: por favor no le nieguen nada, solo le quedan unas horas y, entonces le dieron dulce de leche a pesar que era diabetico, lo dejaron fumar, y hasta le trajeron un cura que rechazó de buena gana y le preguntaron si tenía algún deseo antes que se fuera y Juan dijo que si, quería que lo dejaran a solas con Eliana y lo dejaron solo con esa bella mujer, quien al verlo tan mal, lo primero que pensó fue en sus joyas, se las iba a pedir a cambio de lo que fuera, al fin de cuentas el pobre Juan ya estaba con un pie en el otro lado.
Eliana, pensó que darle una ayudita no estaba mal para que se fuera más rápido y lo abrazó y lo besó tan apasionadamente que cualquiera se habría muerto con semejante beso, pero Juan pasó la prueba y hasta pidió más, Eliana le dijo que lo haría suyo si le avisaba donde tenía guardadas las joyas, Juan le dijo que bueno y Eliana se le subió encima y Juan sintió que la vida no se le iba con el vaiven de los cuerpos, sino que renacía y después de una hora, no solo se paró solo, sino que fue hasta el baño y le pidió a Eliana que se bañaran juntos, ella no salía de su asombro y cuando le dijo qué donde estaban las joyas, él le dijo que hacía unos años atrás se las había regalado a Martha a cambio del mismo mandado que le acababa de hacer y que con ese mismo cuento ya iba con treinta mujeres que lo creían casi que muerto y que con un solo soplo lo despacharían al otro mundo.
@ PEDRO MORENO MORA |