(Con motivo del tercer aniversario de la partida de Gabo)
Soñador
Despertó de su letargo una tarde de abril, en la década de los setenta del pasado siglo, cuando cayó en sus manos un libro que leyó con avidez; una obra preñada de locuras, que le hizo ver que había una forma diferente de enfocar la vida. Desde entonces empezó a apreciar lo nunca valorado y a tener sueños con animales fantásticos de cuerpo de cocodrilo y alas de murciélago.También empezó a sentirse sobrecogido con la vastedad del mar y a disfrutar de la frialdad del hielo.
Se enteró que niñas púberes conservaban su piel tersa y tibia, sin importar el tiempo de entierro después de fallecer, y que su pelo seguía creciendo a través de los años bajo la tapa de un baúl primoroso. Conoció la historia de Florentino Ariza, quien luego de 53 años, 7 meses y 11 días con sus noches de espera, realizó su sueño de amor con Fermina Daza, y con ello demostró que el amor persevera y que más que la muerte, es la vida la que no tiene límites.
Y un viernes Santo poblado de palomas y amapolas, lo sorprendieron con una noticia que aumentó su pesar: le contaron que el culpable de sus sueños fabulosos, el genio de Aracataca, había partido para reunirse con Neruda, Borges, Cortázar, Benedetti, Paz, Sábato y otros integrantes no menos famosos del club de estelares y que en aquel lugar seguro tendría tiempo suficiente para compartir un café con Aureliano Buendía y Úrsula, su mujer.
Desde aquel funesto día, el soñador lleva consigo la certeza de que pasarán muchos años hasta que aparezca un escritor de historias que se pueda calzar las botas de aquel bigotón de luminosa sonrisa que dio a conocer al mundo la legendaria aldea de Macondo.
Alberto Vasquez.
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