Me duele cuando la miro y ella no me mira. Cuando la siento y ella no me siente. Cuando le escribo y ella no me escribe, no me lee.
Me duele cuando huelo su perfume, cuando se sienta en mi mesa y cuando festeja mi comida.
Ella me duele mucho cuando me habla al oído, cuando le doy un consejo y cuando lee mis versos.
Me duele cuando la pienso y ella no me piensa, cuando suspiro por sus labios y ella ni respira.
Es un dolor incómodo y ella me duele siempre, desde que la escuché por vez primera.
Ella me duele, hace que me imagine de su mano bajo la llovizna de marzo, que le escriba, que cada noche me vaya a dormir pensando en cómo y dónde encontrarla.