Por Jazbel Kamsky.
UNA DULCE MAGIA
Una palomita albina llamada Dulce, volaba en lo alto del campanario de la majestuosa catedral de Arequipa, desde allí divisaba a sus compañeras quienes revoloteaban alrededor de un pequeño niño de nombre Julián; sentado este último en las anchas gradas de la entrada principal a la iglesia, cuyas manitas dejaban caer al suelo, de cuando en cuando las palomitas de maíz que comía. Las muy pillas se aglomeraban compitiendo por el gran banquete, siendo espantadas por los torpes movimientos del infante al tratar de atraparlas. La blanca paloma esgrimiendo círculos alrededor del niño fue descendiendo poco a poco. En el trayecto recordó con nostalgia el acto de magia en el cual participó muchas veces junto al gran mago Bombocito. En las fiestas infantiles, su compañero humano llamado Bomboncito deleitaba a los pequeños asistentes con su inigualable acto, el cual consistía en desaparecer un gigantesco cono de papel lleno de palomitas de maíz cubriéndolo con un pañuelo de color rojo vino, pero lo más espectacular era ver la majestuosa aparición de la bella paloma de plumaje celestial al retirar el pañuelo; ¡qué ironía aquella, la de aparecer espontáneamente como producto de la desaparición de palomitas de maíz!, Dulce sonrió al recordar.
Decidió de pronto posarse en la cabeza de Julián; cuyos cabellos marrones claros le recordaban a los de su compañero Bomboncito. Ya habían pasado dos largos años desde que su amigo falleció. Estuvo muy enfermó, y al no poder alimentar a Dulce durante su larga estancia en el hospital; la dejó en libertad. A pesar de todo, su menuda compañera albina continuó acompañándolo en su dolor durante sus últimos momentos. Las manitas de Julian se levantaron con torpeza para poder cogerla, logrando su propósito. Los concurrentes humanos a la plaza de armas de Arequipa se quedaron atónitos con lo sucedido, algunos incluso se acercaron un poco mas hacia el pequeño niño, de pronto una verdadera tribuna terminó rodeándolo. ¡Debe ser un niño muy especial!; decían unos cuantos, ¡un angel!; decían otros, ¡el elegido!; finalmente dijo un hombre que vestía sotana. Las campanas empezaron a sonar en lo alto de la catedral dando la hora de la misa de las siete de la noche, en el preciso momento que el pequeño niño lanzó a su nueva amiga de largas alas hacía el cielo e increíblemente Dulce se transformó en muchas palomitas de maíz dispersas por el viento.
Fin. |