Reconozco que a veces (la menor cantidad de ellas) tiene razón.
Otras (la mayoría) soy yo la que le enseño demasiado.
Estoy hablando de un señor al que llaman mi papá.
Cuando empecé a ir al colegio, me dí cuenta que El existía; generalmente uno no lo "ve" antes o porque no lo encuentra nunca en la casa, o porque de tanto verlo todos los días pierde su imagen real.
Pero, cierto día, all darme cuenta que existía, intenté ignorarlo.
Para ello busqué un montón de soluciones, lo reemplazaba con amigos, con compañeros, con padres de mis amigas, con algunas amistades, mascotas, hasta con algunos juguetes o libros...
Claro tenía solo cinco años....
Con cinco años, mis deseos de tener estas soluciones reemplazables, algunas veces, superaban en mucho mi capacidad para lograrlas, entonces pedía cambiar de colegio, de amigos, de juguetes y hasta de mascotas.
Tantos cambios me hicieron comprender que necesitaba algo mas que conseguir amistades, necesitaba de alguien.
Alguien quien su "no existencia" podía disimularse perfectamente en las entradas y salidas del colegio, hasta también en las llegadas tarde, pero...
...pero que era difícil de reemplazar en los actos, en las reuniones, en las charlas con las maestras de grado, en la vida diaria de una nena madurando.
Y aquí venía lo mas difícil...
... como aquél que me había tocado en suerte como padre y que además aspiraba al cargo que yo no iba a darle, no existía en mi universo de porcelana, intenté elaborar toda una estrategia de comportamientos para poder modernizarlo y reemplazar.
Necesitaba que quien eligiera para jugar en mi mundo el papel de " mi padre" se haya formado muy profesionalmente.
Actualizado y con estrategias para la implementación de planes de capacitación y desempeño de educandos.
Por supuesto, con "Graduación Universitaria".
El inglés no sería imprescindible para ejercer esta tarea, pero como necesitaba alguien de buena formación cultural, daba por descontado que seguro debería manejar varios idiomas.
Tampoco servían esos padres tranquílos, que cocinasen, planchasen, lavasen....
Urgía solamente en mi universo, uno dinámico, atractivo y exitoso.
Y entonces empezé a comparar.... para elegir.....
El papá de Martina, mi compañera de banco, por ejemplo no serviría para ser mi padre.Tenía un perfil ansioso, vivía contradiciéndose. Cuando fuimos a su casa para completar la tarea diaria nos obligaba a rehacer la tarea varias veces y con el mismo resultado. Desperdiciando su tiempo y nuestra energía. Evidente quería cubrir, su sentimiento de inseguridad, exhibiendo ante nosotras su conocimiento, típica forma de compensar su falta de decisión.
El papá de Tomás, en las reuniones de padres tapaba con su voz impostada y su ego, a la maestra de grado cuando esta hablaba. Quería mostrarse como una Gran Enciclopedia Ilustrada. Sentia el aplauso, y se mostraba deseable, gentil, agradable. Un padre con su ego en máxima expresión no serviría, atraería hacia mi todas las miradas y me haría sentir inferior y además avergonzada.
El de mi maestra Ana , por ejemplo, tampoco; le inculcó el miedo a ser rechazada y condicionó toda su existencia a ese mundo irreal. Resultado: teníamos una maestra que parecía una espesa crema de chocolate. Pegajosa, pesada y poco digestiva. Además, a mi el chocolate me saca granitos negros en la cara.
En la búsqueda, aparecieron también papás que llevaban a la plaza a sus hijos y los usaban de perritos con correa sujetados, mientras ellos perdían su vista en la primer calza que pasaba o dentro de la pantalla de un celular . No quiero tener un papá que me use de baúl para guardar sus cosas incómodas y desagradables, esas mismas cosas que no se anima a liberar en casa.
Y también aparecieron aspirantes que habían aprendido a conformarse con la vida que les daban a sus hijos. Argumentaban para justificarse, que después de todo, cada cosa que les hacían vivir a sus pequeños sería siempre mucho mas y mejor que lo que ellos vivieron y aspiraron a vivir de niños con sus propios padres.
Pasó el tiempo y Camila creció...
Cuando hoy por la tarde, llego a la casa de mi papá y llamo por el interportero, una voz gastada del otro lado pregunta:
-¿Quién es?.-
Contesto:
.-Soy yo.-
Y mientras contesto pienso en los metros que me quedan por recorrer la entrada, abrazar esa voz y susurrarle al oído:
.-Soy la que debería haber sido. No me importa como sos vos, lo importante es que descubrí que soy tuya papá.-
Algunas veces (no siempre), en el orden del sentir, buscamos en la vereda lo que ya tenemos en el corazón. Lo importante no es que suceda, sino solo poder descubrirlo a tiempo. |