EVA
Ella es una mujer, atrayente e inteligente; si lo sé que se acostumbra decir inteligente por no decir fea, pero ella sin duda alguna es encantadora y si me apuran un poco reconozco que es más bien seductora. No es muy alta cuerpo bien diseñado, con todas sus curvas en sitio, unos pocos kilitos de más pero les favorecen, hermosa cara adornada de ojos negros profundos, encantadora sonrisa. Pelo negro largo recogido en cola. Está casada con mi amigo y socio Armando, en realidad los tres estamos asociados, tenemos un estudio de arquitectura. Siempre he sentido cierta atracción por ella y Armando que me conoce bien esta medio celoso, aunque confía en mi amistad. Yo soy un poco alérgico al matrimonio y a los compromisos largos, por suerte me es fácil ligar en los bares y locales que visito a menudo.
Ayer en la tarde Armando tuvo que viajar a las Palmas para presentar el anteproyecto de una obra. Un viaje de un solo día, prefirió llevarse su auto al aeropuerto y me pidió que en la noche al cerrar la oficina le hiciera el favor de acompañar Eva a la casa. Le asegure que yo me encargaria.
Hiba manejando muy despacio, sin prisa, deseaba prolongar nuestro camino. Sabia que habia prometido a Armando que la cuidaria y esto creo que podria incluir el tenerla sentada a mi lado en el auto, percibiendo su cercania, espiando los pocos centimetros de sus piernas que su corta falda enseñaba, ella venia riendo de mis lances y ocurrencias. Al fin llegamos a destino, pare el auto esperando que ella bajara, pero Eva me sorprendió. ― ¿Por qué no subes a tomar un café, es temprano? ― La invitación me sorprendió, no la esperaba, de toda manera sabía que no significaba nada, Eva no es la clase de mujer fácil y sin duda quería su pareja. ―Ya monté la cafetera, cuídala mientras me voy a poner algo más cómodo. Me quede en la cocina montando guardia a la cafetera a los pocos minutos apareció Eva, se había puesto una bata ceñida como una segunda piel, abotonada en el frente, dejando los tres primeros botones abiertos, los que dejaban entrever gran parte de sus prominentes pechos sin sostén, los pezones duros claramente marcados. ― ¿Está listo el café? ―Unos minutos, ya está saliendo. ―Se me acerco tanto que sus pechos casi me tocaban, mirando sus atributos con una mano apague el fuego mientras con la otra la atraía hacia mí, quedamos abrazados tan fuerte que sus senos se aplastaron en mi pecho, estruje mi miembro endurecido en su entrepierna. En un instante su bata y mis pantalones cayeron al suelo, la tomé en mis brazos y la deposite sobre el diván. Pensé en Armando le prometí que cuidaría de Eva, a lo mejor me estaba excediendo un poco en la atención, ella estaba contenta y nada malo le pasaría, mi palabra estaba honrada. La penetré ella respondió abriéndose como una flor, tomé de su cáliz, ella gimió, se estremeció y en medio de unos espasmos violentos alcanzamos el orgasmo juntos. Satisfecho con lo bien que lo hice encendí el tradicional cigarrillo mientras ella se dormía acurrucada a mi lado. En la mañana temprano arreglamos el apartamento y después de un buen desayuno nos dirigimos a la oficina en espera del regreso de Armando.
Al cliente le gusto el anteproyecto, pidió algunas modificaciones, Armando quedo en verse con el una vez hechas las correcciones.
Llegado el día mi amigo y socio solicito otra vez el favor de encargarme del transporte y del cuidado para Eva.
Esta vez le propuse a Eva que de una nos fuéramos para mí apartamento, sería más privado nadie la conocía y mis vecinos estaban habituados a verme llegar con alguna acompañante. Si el consorte insistía en nombrarme su protector ¿porque no complacerlo? Lo increíble en todo este asunto es que yo sé bien como Armando estaba celoso de ella. Esta situación se prolongó en los siguientes tres meses cuando en el último viaje Armando entregó el proyecto terminado a nuestro cliente. Eva que ya le había tomado gusto a los cambios de pareja en la que cada uno de los hombres le daba placeres y sensaciones diversas, tuvo que inventarse unas series de subterfugios para poderme encontrar periódicamente y así fue como se instituyo el triángulo perfecto. Alberto jamás se dio por entendido de lo nuestro, no obstante creo que lo sabía.
A.M. ©
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