Hace rato tenia esta idea, y como todo sucede en la vida, hace falta un pequeño empujón para realizar algo. Ese motor puede ser interno o también externo. Creo que mas allá de cada disparador, todos estábamos ahí con ese motivo…disfrutar y abrirnos a una nueva aventura, lleno de sorpresas y naturaleza….algo que aunque lo hubiéramos imaginado, nos sobrepaso a todos y la realidad y la vivencia fue mucho mejor a la mejor película que podría haber tenido nuestra mente.
Luego de un largo viaje, llegue a la terminal de mal argüe donde ya nos estaban esperando Marcelo y Caro (los responsables de dicha aventura) junto con otros compañeros de aventura. La presentación fue corta y amena pero intensa al no saber y entregarnos a lo que venía. Confiar ciegamente primero en el guía y sobre todo en nuestro compañero más cercano de ruta, el caballo. Luego de un almuerzo en la casa de Marcelo y de la preparación de nuestras alforjas, más recomendaciones precisas y charla, emprendimos el viaje.
El primer punto de contacto luego de pasar por la oficina de migraciones fue conocer a nuestros compañeros de viaje. El caballo designado en mi caso, era un caballo de color marrón oscuro, cabeza gacha, tenía un flequillo característico que le tapaba los ojos y un andar calmo, tranquilo pero seguro. Porque ese fue el caballo designado? Solo diré que fue el destino….y como dijo Caro mas entrado la cabalgata, cada uno se emparenta y hay una sintonía (simbiosis) entre el caballo y entre el jinete. En mi caso fue algo así, recordando cosas del pasado por dejar y cosas del futuro por aprender, fue creo un continuo viaje interior en esos días.
Una vez listos los 10 jinetes, mas los guías, 2 baqueanos (Juan y Eugenio) emprendimos nuestro primer tramo. Donde nos acomodamos a la montura, cada jinete se iba conociendo con su caballo y también lo bautizaba….pero sobre todo empezamos a tener contacto con el trayecto, con la montaña, con la naturaleza……caminos inimaginados, escaladas, arroyos y piedras por cruzar…cada uno se iba sintiendo más seguro y confiando en su compañero de ruta. En este segmento, creo que se empezó lo que después se termino de dar, un hermoso grupo, donde mas allá de haber un líder, todos hacíamos lo posible por estar bien, ayudar, tirar todos para el mismo lado y sobre todo disfrutar de esta aventura. Después de atravesar el valle, acampamos en un lugar llamado las loicas, el cielo aun estaba claro, no se divisaba ninguna nube, aunque empezaba a anochecer estábamos a unos 1500 m SNDM. Mientras armábamos las camas, la temperatura y la altitud ayudaba para que tuviéramos la primer noche a la intemperie….Juan y Eugenio empezaron a armar un rico asado cerca de una roca. La cena, fue espectacular, el vino, las estrellas y empezar a tomar contacto real con la naturaleza…..lavarnos en arroyos, tomar agua del deshielo y simplemente hacernos olvidar de la ciudad y saber que somos tan insignificantes cuando estamos rodeados de tanta magnificencia como puede ser la montaña y lo que lo rodea. La noche fue magnífica, al apagar cada uno las linternas, nos sumergimos en una oscuridad inmensa hasta que poco a poco como lamparitas de navidad empezaron a iluminar las estrellas, siendo la luna su principal foco, como si fuera la lámpara de la mesa de luz. El silencio o más bien el sonido era algo singular……viento que golpeaba contra las piedras y el pasto, el rechinar de los caballos, algunas voces que se escuchaban por ahí, el sonido del agua que recorría el arroyo cuesta abajo, mas el sacar la cabeza de la bolsa de dormir y como se cuentan ovejas para dormir, contábamos y veíamos estrellas fugaces por doquier. Esa noche, estoy seguro que nadie durmió bien, pero todos nos levantamos con una energía y unas ganas sin igual de seguir.
El amanecer nos encontró aun en el valle, y la luz del día iba traspasando la colina hasta llegar a nuestra retina, mientras el refusilo de las últimas estrellas desaparecía. Comenzamos a levantarnos, estirar las piernas, guardar nuestra cama o dejarla lista para que se posen nuevamente como montura de nuestro caballo. La comunión entre el grupo iba creciendo. El desayuno iba acercándose a nuestra boca junto con algunas infusiones, para tener la energía necesaria para emprender nuestro segundo día de travesía. A medida que pasaban los minutos, además de la charla, ya las miradas cruzadas indicaban un atisbo de ansiedad y cada tanto mirábamos a Eugenio y Juan que eran los encargados de preparar los caballos, la ansiedad por volver a montar se respiraba con más fuerza y la sensación de alegría se daba cada vez que el caballo estaba listo para montar. El trayecto, nuevamente de 3 hs de cabalgata, hacia que comprendiéramos donde estábamos, aun estábamos rodeados de montañas y de vez en cuando veíamos algún grupo de vacas y caballos que eran propiedad de algún baqueano que vivía en la montaña. El suelo se tornaba cada vez más árido y los caballos aprovechaban cada pasto verde y cada arroyo para bajar su cabeza y recobrar energía. Mientras Caro, se ocupaba de brindar apoyo, también era la fotógrafa oficial de la expedición. Luego de recorrer casi 2 30 hs a 3 hs, llegamos a nuestro lugar de descanso llamado puesto villarino. Era un pequeño valle, rodeado de un arroyo de agua de deshielo donde hubo lugar para unas empanadas e incluso para una pequeña siesta….el clima acompañaba, sol, cielo despejado, un poco de calor aunque no agobiante.
Luego de ese pequeño descanso, y ya con las energías repuestas, emprendimos el viaje para nuestro nuevo destino, el cajón del regazo que se ubicaba a unos 2500 m SNDM. Para llegar a dicho cajón, atravesamos arroyos, pequeños ríos, y nuevamente subidas y bajadas a través de la colina. Cada vez nos sentíamos mas emparentados con la naturaleza del lugar y nuestros pensamientos capitalinos cada vez estaban más retraídos. El contacto de cada uno con su caballo, la concentración de los mismos con el camino, el asimilar el clima y simplemente el entregarnos y confiar en nuestro destino hacia que la comunicación con la naturaleza sea como si fuera una simbiosis de emociones y vivencias que iba creciendo, como también iba en aumento la complejidad del camino. Para llegar al destino, el clima empezó a hacerse sentir, ya se observaban algunas nubes en el cielo y el viento poco a poco empezaba a soplar. Luego de subir una colina, cubiertos incluso la boca y esperar en la cima la llegada de todos los jinetes, emprendimos el descenso hasta llegar al cajón del remanso. Una vez que desensillamos los caballos, y luego de ir viendo donde armar nuestra cama, nos sorprendimos al ver nuestro lugar de llegada, donde terminaría esa travesía o más bien el pico allá lejos del cerro campanario, donde en teoría en 2 días más deberíamos estar celebrando nuestra llegada a Chile. Merendamos, algunos tuvieron el tupe de bañarse en un arroyo con agua de deshielo, la temperatura acompañaba pero el viento se hacía sentir…así que en mi caso, desistí de ese baño. La noche se avecinaba, la comida ya se empezaba a sentir (milanesas con puré) y el viento cada vez más potente soplaba. Luego de juntar calor con la comida y dejar el espacio a la naturaleza, nos retiramos a nuestras camas. Por segunda noche consecutiva, aunque esta vez mas abrigados, dormimos en la intemperie, observando el cielo, las estrellas y el sonido de la naturaleza. En esta ocasión la noche fue más complicada que la anterior, el viento se hizo notar con mayor fuerza cada vez, las estrellas ya no se dejaban ver tan nítidamente (algunas nubes las tapaban) aunque igual el escenario era sin igual. Estrellas fugaces, la luna que algunas veces compartía el cielo con el sol un poco más apagado, el sonido ya inigualable de los animales que andaban por ahí junto con el sonar del rio, que se asemejaba a alguna canción de Gershwin o Enya.
La mañana del tercer día fue muy similar a la mañana anterior, salvo con la diferencia del cambio de escenario por la cordillera cada vez más cercana, mas alta y más imponente. Luego del desayuno y ya divisados todos los jinetes listos junto a los caballos, empezamos lo que fue el día mas complicado, emocionalmente pero a la vez, alucinante por lo que nos esperaba. El destino final de este pequeño trayecto era un valle al costado de la ruta pehuenche cerca del puesto Sepúlveda, para ello tuvimos una travesía de 3 hs donde atravesamos y subimos hasta los 2700 m SNDM aproximadamente para luego bajar casi en pendiente en apenas 500 metros hasta la ruta. Ahí se hizo sentir las piernas de los caballos y por primera vez me encolumne al destino, a Dios y confiar ciegamente en el caballo sin decirle por donde ir ni marcarle la velocidad del recorrido, hay más que nunca sentí que éramos uno. En este caso el suelo era tipo de arenilla y bajábamos como si fuera en guardia griega o zigzag, donde los caballos y nosotros teníamos un poco más de seguridad, aunque veíamos la pendiente y la fuerza y el rechinar del caballo al clavarse las patas en la colina. La bajada fue compleja, con muchas emociones y mucha concentración….incluso con algo de contractura y miedo de ese que sirve para seguir, que te obliga a seguir y no quedarte en el camino, en el confort.
Una vez llegado al lugar donde acampamos para almorzar, las caras de nosotros además de la satisfacción de haber logrado el desafío de aquella bajada, aun quedaba resabios de ello. El viento también hacia olvidar de a ratos y también la posible amenaza de tormenta se hacía cada vez más notoria, ya que nuestro camino nos hacia acercar hacia aquel lugar. El almuerzo fue relajado, ya se empezaba a notar el frio y las ráfagas de viento tuvieron su protagonismo cuando a través de hacer volar una de las mantas hacia una de las mulas, produjo una pequeña estampida que nos despertó de improviso e hizo modificar la tranquilidad del lugar. Fue una premonición de lo que nos esperaba? Todo ocurre por algo, eso dicen. Una vez vuelta la calma y recuperado y amarrado todos los cajones y monturas, empezamos la segunda parte del día (3 hs de aventura) donde según Marcelo nos esperaba una nueva sorpresa (bajada) pero más corta que la anterior. Nuestro lugar de destino seria laguna Baya, atrás de aquella colina cruzando la ruta, que se situaba a aproximadamente 3100 m SNDM.El trayecto tuvo su primera etapa bordeando la ruta, donde se hacía notar el viento y el frio, pero con la adrenalina de todo lo vivido y ver lo que vendrá, de querer terminar. Al emprender la subida por la colina, ya los caballos se los veía cansados, la subida era un poco en pendiente y al llegar a la cima, bordeando las montañas, nos vimos en la segunda sorpresa del día aunque para mi fue la peor, solo el paisaje podía hacer olvidar el descenso que teníamos pero el miedo, ya la nevisca que había empezado a caer, la bajada con superficie rocosa donde había partes que el peldaño era del tamaño de los pasos del caballo, el viento que se hacía fuerte y la pendiente mucho más pronunciada que la anterior hacia que la comunión o más bien la trilogía entre Dios, el caballo y cada uno de nosotros fuera mucho más fuerte. La confianza hacia el caballo al igual que la vez anterior era más que ciega. En ese momento nos olvidamos del paisaje que nada tenía que envidiarle a un cuento de hadas . La bajada habrá durado 15 min pero fueron mucho más. Una vez sobre la planicie y ya habiendo bordeado la laguna baya, emprendimos a armar raudamente nuestra carpas ya que la nevisca era cada vez más fuerte y la tormenta que muchas veces nos esquivo ya la teníamos encima nuestro. Solo tuvimos tiempo para que nos volviera el color de la piel debido al cagaso del descenso, pero con el frio que cada vez helaba más. Esa noche la nevisca se transformo en tormenta de nieve donde nos acurrucamos en las carpas y nos manteníamos adentro de la bolsa de dormir para soportar el frio que hacia afuera, calculado en -10ºC aproximadamente. Al pasar el tiempo, el manto de nieve hizo que el paisaje sea algo soñado, como las montañas se teñían de blanco, el piso parecía una alfombra y el sonido en la carpa era como una serie de chicos juguetones armando y tirando bolas de nieve contra las carpas.
La noche nos encontró encerrados en nuestras carpas, la comida fue el pan de carne que quedo del mediodía, la tormenta de nieve se sentía cada vez más, y obvio el dormir, que no pasamos frio, se hizo bastante complicado por el viento que azotaba. Algunos, nos entreteníamos con algunos juegos con el acompañamiento de nuestros vecinos de carpa. En este caso, el baño era como si fuera lo más alejado posible y tendríamos que atravesar un dragón de fuego para ir, esa era la idea de aguantar lo más posible para no salir de la carpa.
La mañana del cuarto día nos levanto con una luz de esperanza, aunque dudábamos de nuestro destino, la tormenta había amainado, junto con el viento y se podía ver el piso del valle con menos nieve que la noche anterior. Eso sí, también en el cielo se divisaba un foco de tormenta que provenía de donde nos teníamos que dirigir. Luego de desayunar algo y de debatir entre Eugenio y Marcelo, decidimos seguir con el viaje subiendo la colina y esperando que la tormenta se retrase lo más posible con el fin de poder llegar a nuestro punto (estábamos a 3 hs de cabalgata de chile, aproximadamente). El viento empezó a soplar, la nieve se hacía más pegadiza, el caballo pisaba sobre camino blanco con una capa de nieve de aproximadamente 30 cm mientras seguíamos cuesta arriba. Al llegar a la cima de la colina, donde tendríamos que haber bajado para lograr el ascenso final, solo podíamos ver una sábana blanca (la tormenta de nieve en su esplendor) donde no se divisaba mas allá de 20 metros, donde los caballos conocedores del lugar giraron la cabeza para decir volvamos y como si fuera un idioma sin igual, convencieron a nuestros guías que era una locura seguir hacia ahí………por lo cual, había que emprender la retirada y dar por finalizada la travesía. La vuelta hacia el puesto Sepúlveda nos tardo cerca de 4 hs donde el frio cada vez se hacía notar, tuvimos que realizar la escalada por la colina, contra viento y nieve y con una pendiente cerca de 40 grados, donde la nieve nos golpeaba directamente en la piel, el viento giraba al caballo hasta casi sacarlo de su eje y seguir con la velocidad necesaria para poder pasar esa colina y llegar del otro lado, más cercana a la ruta donde la tormenta no se sentía tanto. Luego de atravesar eso, llegamos al puesto donde comimos, estuvimos dentro de 4 paredes y con una estufa para calentarnos mientras esperábamos la combi de regreso. Mientras, las experiencias y sobre todo sensaciones se mezclaron en todo sentido.
Cada uno sabrá que fue lo que movilizo a hacerlo, también si se han cumplido esas expectativas……….simplemente ahí esta cada uno con su mente, con su corazón y sobre todo con la naturaleza de ser y de saberse……..uno más en este mundo.
PD: Todos vivimos y sentimos esa sábana blanca en nuestra cara, en nuestro camino, en nuestra mente……depende de nosotros que podamos escribir en ella, tal como fuera una hoja en blanco en cada momento de la vida. Simplemente gracias……..yo ya la estoy escribiendo.
Simplemente Gracias por compartir nuestra aventura a:
Ariel, Caro, Patricia, Marcelo x 2, Viviana, Lucia, Alex, Marshall, Andrés, Gabriel, Eugenio y Juan.
Y particularmente a nuestros compañeros
Caramelo, Voldemort (sin nombre), Rubio, Batuke, Pimpollo, Chocolate, Chancho, Polvorita, Tortuga, Moro, Lunarcito, Nervio.
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