Caminamos tomados de la mano, sobre nubes blancas y azules.
Como en un sueño, respiramos un aire frío que no hay por ahí de donde somos.
Caminas mirando hacia el horizonte con un rostro sin expresión, tu paso es lento y a la vez firme y constante, como si supieras muy bien el camino y hacia dónde vamos.
En cambio yo, camino casi colgado de tu mano; una mano suave y tersa, tan blanda que parece que no está.
Mis piernas tiemblan y se tambalean. Mis manos frías sudan sin dejar de temblar por el frío que aquí reina.
Tengo miedo que voltees y me notes nervioso, sin embargo, hemos caminado tanto y tú no me miras. El darme cuenta me preocupa.
¿No será que no estas aquí? O quizá, ¿yo soy el que no está?
El terror me invade y suelto tu mano. De pronto, no sé si tu te alejas o yo lo hago, pero nuestros cuerpos se separan rápidamente.
Desesperado grito tu nombre dos veces... y, aunque mi voz resuena como si hubiera eco, tú no me escuchas.
Impotente, mi cuerpo cae envuelto en desesperado llanto.
Pronto, se torna oscuridad todo a mi alrededor. El frío se hace más duro.
¿Dónde estas? ¿Adónde has ido? ¡Regresa!... Mi llamado no es mas que un ahogado susurro.
Inmóvil, congelado; mi cuerpo espera su fin...