Madre de ausencias tempranas,
fruto de un amor enfermo,
feto que para ti fue un juego,
feto que fue carga y destiempo.
Dios le dio esa bendición a tu cuerpo,
Dios no fue justo conmigo,
Dios me dio las vidas de un gato
porque tarde o temprano habría de necesitarlas.
Madre, ¿aún podré llamarte así?
si fuiste degenerando tu recuerdo,
fue padecimiento
el amor que preservé de tus impulsos siniestros.
Yang, madre,
Ying, arte,
el equilibrio que llevé conmigo,
el estadio de abstracción
que liberó el alma
de las imposiciones de la carne.
Fuiste la primer muerte,
la primer tristeza en mi semblante,
fuiste querencia lejana, madre mía,
me hiciste fuerte y distante
ante los asuntos que ofertan frivolidades,
me dejaste rota
y engendraste tu verdugo en mi persona.
Aprehende cada sentimiento en los versos,
me abrí al mundo
y encontré una entrega genuina en el constructo de ellos,
he vivido y viviré sin miedos,
pero con las contradicciones de un espíritu
que se ha despojado de los falsos ornamentos
de su templo.
No me odies,
no me reproches
si he prescindido de tu presencia y de tu nombre,
si he detestado tu humanidad
porque perdiste el tiempo
en destruir la significación verdadera de tu orbe.
Me quedó pequeño el amor de los hombres,
porque mi autonomía trajo consigo sufrimientos de grandes laceraciones,
porque mis pasiones ocultas
crucificaron y embistieron
contra los falsos vencedores
que matan los amores.
¡Madre, madre, madre!,
me acompañó la soledad de tu falta,
fue fácil despreciarte en la tierna infancia
y despojarme de cada afecto certero,
de cada sentimiento,
y limpiar al corazón de los tesoros que hubieran tentado la providencia de otro destino,
fue imprescindible olvidar
el origen de mi nacimiento.
Cruzamos otro puente
y te observé de la vereda de enfrente,
meses in/voluntarios en tu vientre,
desde siempre,
me expulsaste a un invierno austero,
y me las arreglé con los altibajos de mi suerte.
Ha comenzado a habitar en mí
un suspicaz caudal imaginario
cuando te marchaste de aquí,
he comenzado a existir
porque mientras me queden vidas para tirar
buscaré las huellas de mi ser en la niebla
y el claro de su despertar,
que vibra de paz y de tristezas nuevas
en una facultad invisible de mi oquedad. |