Mientras llora el sauce
y florece el otoño
yo aprendo a ser hombre,
con un café en la mano,
con ojeras despiertas
y el sueño en los parpados,
con un nuevamente nuevo día
lleno de magia sin magia
y esplendor sin salida

Mientras se chocan los ruidos
y despunta el reino del sol
yo aprendo a ser yo,
con los mismos errores
que no son error,
con las uñas comidas
por los nervios precoces
y la sonrisa pincelada
que entre las sombras
no oculta nada

Mientras lloraba el sauce
solo y frío en el cordón,
me figure sus pesadillas
tan igual a las mías,
me imagine cada hoja
y cada lagrima
naciendo ya entregada
ante el imponente poder
de la gravedad

Bajo un cementerio de nubes,
arropado por el hambre
de los gatos y los perros
y los viejitos vagabundos
y sus tesoros de cartones,
limpio, fiel y puro,
aferrado, impregnado
siempre al mismo lugar,
como yo cuando abro la puerta
y todo vuelve a empezar,
igual que yo cada día,
resentido agradecido
sin intención de cambiar.