Que me apasione leer desde que tenía nueve o diez años y que de entonces a la fecha haya leído muchos libros, no me convierte forzosamente en un lector avezado. Algo he aprendido, cuando menos a definir mis gustos de lectura, cuáles son los autores que más me interesan o motivan, los textos que me despiertan la imaginación y me abren las ideas; eso, tomando en cuenta únicamente los libros y autores que he leído, porque de los que no conozco ni sé de ellos, con seguridad muchos podrían seducirme. Así, de cualquier manera, mi opinión y conocimiento es parcial y limitado, contando que el aprovechamiento que he hecho de cada una de mis lecturas haya sido efectivo; porque también puedo afirmar que hay escritores y libros leídos, que por falta de atención, comprensión o ignorancia, no he logrado penetrar en sus secretos, pensamientos o enseñanzas. No menciono ningún libro o escritor en particular, para no mostrar plenamente mis deficiencias lectoras de comprensión.
Recuerdo que en la escuela de educación primaria, existían actividades de “lectura de comprensión”; con el tiempo transcurrido, no logro precisar si al contestar dichos ejercicios mis respuestas fueron acertadas. Lo que sí puedo decir, es que los conceptos plasmados en los libros que he leído, algunos los comprendo muy bien, otros, medianamente y los más, de plano nada. Aun así, leo con la confianza de que voy a entender y disfrutar todas mis lecturas. Intento no preocuparme de si soy o no en verdad un buen lector. Algo se me ha de quedar pegado de tanta lectura. Puedo parecer demasiado conformista, pero para mí es suficiente, porque a pesar de todo, la pasión que siento por la lectura no se extingue. A final de cuentas, eso es lo importante, ¿o no?
A ratos, me sucede que recuerdo una frase de Azorín, que me impactó desde su lectura: “Estilo oscuro, pensamiento oscuro”. Pero no creo que el estilo y los conceptos que vierte cada escritor sean tan oscuros. Es mi mala cabeza, la que a veces no termina por razonar como debiera, mi falta de verdadera comprensión para llegar al fondo de lo escrito. Mal o buen lector, sigo empecinado en leer. El libro en turno es “El lago”, de Banana Yoshimoto, que a decir verdad me está pareciendo sólo regular. Me quedo más, con Kitchen, Sueño profundo o Tsugumi.
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