03 de Diciembre, 2014
Yo no sé de amores, no sé de esperas, más la impaciencia prende hogueras en la plenitud de mis penas y siento asco y tristeza, siento la distancia golpear el alma con la esperanza de despabilarla.
-¡Oh! vete lejos alma empobrecida, vete donde no puedas encontrarte, vete sin memoria y con la liviandad de las golondrinas que peregrinan en búsqueda de su primavera.
Ya sin luces me he quedado bajo estas pupilas, quiero irme y redimirme, quiero ser libre y cuesta el pellejo esta estúpida insania, quiero dejar de sentir este frío inquietante mientras escribo estas líneas y ¡dejar, dejar, dejar! Dejar que la vida me siga generando lo mismo… ¡Vacío!
Extraña en el aire, extraña en el pueblo que me parió; EXTRAÑO la ciudad que dejé y que me dejó exiliada al mismo tiempo (pero quiero irme), deseo perderme como una criminal que se refugió entre el calor anónimo de la muchedumbre para no ser ejecutada.
Ya no recuerdo a la gente que conformó mi existencia, no quiero, no me interesa, no se me antoja, y hay días en que logro sobrevivir a la incertidumbre de mi mente, y en cambio, otros que no.
-¡Fuck you! Fuck you, fuck you maldito perro!, estoy sumamente asqueada para fijarme en las buenas formas de mis palabras. Ya no existís porque yo nunca he existido, no fui más que un feto irrisorio que ahora está dando testimonio
de su existencia,
de su existir constante,
de su exiliar prematuro, y de su éxito frustrado;
de su estrella estrellada,
de su mal viaje,
de su baño a oscuras,
de su espejo vigilándola y de su madre perra bruta e inútil,
perra desechable tanto como un preservativo usado y escupido por el falo.
No tengo a nadie a quién esperar,
no me sale de entre las tripas la nostalgia afectuosa,
no ha de generarse nada bueno en mí cuando el colapso logra el cometido de sobrevivir en mi mente.
Sin embargo sé percibir, siento el invierno florecer en mi vientre, sus brotes son blancos escarcha, mientras que la maleza es de un pigmento oscuro, oscuridad que se expande y que contamina el interior de mi organismo, volviéndolo a éste un charco de agua turbia y viscosa.
-¡Puritanas del bien ortodoxo, a ustedes les digo!, (y omítanse lo personal, queridos lectores), no me quemen la cabeza,
he fregado el suelo con la toalla de mis triunfos y de mis mejores vivencias,
he escondido en el fondo de mi inmunda alma mis debilidades y mis fortalezas,
he albergado un amor limpio en mis carnes para quedarme el fétido desecho entre las manos,
he deambulado y profanado las orillas de tus pupilas alucinadas,
¡oh, frenesí absurda del recuerdo atormentado!
Necesitaba un ancla a mano,
un cable a tierra,
una soga presionando mi cuello,
una dosis de heroínas que abrevien mi tiempo,
un amor a sabiendas descompuesto,
¡pero no!, nadie estuvo para la contención del feto irrisorio, llegaron las noches de lunas llenas y de brillantina estelar en el firmamento de este cielo (del mío y no del tuyo), pero vos no llegaste, no retrasaste tu vuelo para albergar una pizca de humanidad en tu alma, no me quisiste como dijiste sentirlo, te brotó la indiferencia después de embriagarte con mis besos.
Te extraño, pero el amar no significa curarlo todo,
es que ya hemos enfermado hasta la génesis de nuestros sentimientos,
hemos corrompido los pensamientos más honestos,
hemos contaminado las madrugadas madrigueras, éstas de risas y de encantamientos,
hemos sido, sin dudas, vulgares y perversos.
Me siento enferma, cuento acabado.
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