La Máquina del Tiempo
El aviso me interesó. En los mundos virtuales las cosas suceden, mezcla de intriga o curiosidad. Lo cierto fue que en la categoría de “Viajes: Equipaje y accesorios de viaje” que en la página de E-Bay se anunciaba:
“máquina del tiempo, poco uso, U$S 500.-“
Bastante escueto, con poco marketing; el usuario de nombre Melchor, sin fotos, casi sin consultas, excepto algunas burlas en los comentarios de los supuestos interesados.
Vino a mi memoria H:G: Wells, y su artefacto que me fascinó en mi juventud, de estilo barroco, lejos de la ciencia aunque cerca de la fantasía.
Lo que me rondaba por la cabeza era lo de poco uso. Un diminuto aviso y se hacía hincapié en la utilización. ¿En qué consistía el “uso” a que se refería el vendedor?.
Lo consulté varias veces y no recibí las respuestas a mis dudas. ¿Sería una réplica del DeLorean?.
A lo lejos observo a tres soldados romanos que se acercan, para nada amigables.
Quinientos dólares para un juguete me resultaba muy caro. ¿De qué tamaño sería?
Intenté hacerle una oferta menor y ni noticias del vendedor.
Al tiempo recibí una respuesta que me intrigó aún más. “Desprovisto de manuales”
Entonces teníamos una máquina del tiempo, poco uso y sin manuales. Nunca fui muy afecto a estos mamotretos que suelen hacer difícil todo lo que se proponen aclarar.
Siempre apelé a la intuición, fruto de la ansiedad que sobreviene ante cualquier aparato nuevo, me aburren sobremanera la profusión de idiomas y gráficos con flechitas que terminan en letras A,B,C,D…
Parecen salidos de una fiesta de disfraces, unos cascos de bronce barato, como le cotillón, unas carretilleras a modo de patillas que ocultan los rostros; completan los atuendos unas impecables armaduras. En cuanto a las armas, parecen de verdad. Me miran y los miro, siento que se molestan ante mi osada mirada.
Por lo tanto lo de los manuales no me preocupaba mucho. El envío gratis me entusiasmaba. Mi tarjeta Visa me habilitaba para la compra; en un clic la máquina sería mía. Clic, entonces.
A nadie le comenté mi compra, las burlas o la posible estafa que me estaba exponiendo, me iba a dejar mal parado. Así que guardé el secreto.
Parece que la cosa va en serio, con una lanza me inmovilizan el cuello, mientras que otra me punza el pecho. Me levantan como un trasto viejo. Hablan en lenguas inentendibles. A lo lejos sobre la dunas de un desierto infinito, la silueta de tres camellos con sus jinetes con curiosos atuendos.
Le faltaban las pilas, unas triple A, eran solo dos, al instalarlas se encendió un tablero con un contador que se inicializaba solo con ceros, con flechas para regular. Dos botones, off y on. Muy sencillo. Y le di on
La tormenta de arena dificulta la visión, la guarda pretoriana no me pierde pisada, a lo lejos los dromedarios siguiendo los pasos de una estrella, el barbudo rey que monta el último de los animales alza su brazo en señal de saludo. Es Melchor, de paseo a Belén, tendría que haber cambiado la fecha, los ceros indicaban el destino. En fin, si hubiera tenido los manuales.
OTREBLA
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