La perdí y su vacío trajo el frío de un invierno eterno en el interior de este cuerpo mío, ausente de percepciones y de sentidos.
Hace días, hace años que me fue necedad su calor para existir, y ahora el miedo, las sombras de mi cuarto han cobrado otro sentido, se han personificado en mis perversiones más oscuras y en esas repulsiones que me llevan a las peores bajezas en contra de la cordura.
Ya no sé porqué sigo escribiendo, a veces olvido las palabras, a veces olvido hallar un rastro de esperanza en mis sueños, a veces no existo en la anatomía de este templo deshabitado, a veces confundo la inspiración con el desvelo.
Sigue haciendo frío, y el miedo en la mirada ha suplantado la luz que hoy yace apagada. He dormido por días, he alucinado con la forma de las sombras y aún emito bostezos en vez de palabras, vomito silencios y se revuelven las tripas porque el asco las desborda.
Las fuerzas me abandonaron, el frío viene a mi encuentro, esas fuerzas fueron mutiladas por el ímpetu de este asco que lo habita todo, que se llevó mi alma y yo contribuí a su sacrificio, yo fui la pusilánime que la vio desaparecer sin acudir en su auxilio.
El asco y el frío me siguen revolviendo las tripas, el sueño calienta mis olvidos, entre las sábanas que han amortiguado mi espíritu, y hay madrugadas que me asfixio, que fuerzas internas limitan mi respiro.
No me hablen del amor que lloro como idiota, lloro por el pequeño Matheo que espera volver a verme, pero no puedo, he dejado de existir hace tiempo. He cerrado con candado la puerta por dentro, he bajado los postigos y he clausurado los intersticios de claridad en las ventanas.
No me hables de ese amor que ha desaparecido junto con la ausencia que ha dejado mi alma, no me busques la luz en mis ojos porque están huecos y lejos de aquel paisaje que fueron.
Tengo frío y sueño, la náusea me ha quitado el apetito y siento que voy desapareciendo en la peripecia de mis falsos instintos.
Será mi inconsciente que ha vencido sobre la conciencia, será que mi psiquis ha sufrido un quiebre, será que necesito apagarla por completo para que se reactive su circuito, pues será que voy muriendo un poco todos los días.
Hace noches que duermo con la luz prendida de mi cuarto, la oscuridad de mi noche engendra sombras que hacen florecer ese miedo que revuelve las tripas, ese frío que congela a mi corazón como en una captura fotográfica, ese desconcierto de una mente invadida, ese alivio de haber abortado toda esperanza que me salvaría.
Desaparecida. |