Carmesí de betún
La luz trasciende en el espejo y
borbotones de cólera arrebatan los sonidos;
destellos de violines acompasan las nubes,
delirios de grandeza se mezclan con modorra,
carmesí de betún acumula el sifón.
Caracolas consumidoras de espanto,
huyen hacia tendero de locuaz vientre;
flechas babilónicas respiran enloquecidas,
sillas defenestradas se hunden en el iris,
pelos jubilados deambulan en el techo,
y fugas esperadas corroen las mandíbulas.
Dedos perdidos fluyen con el oro,
pensamientos lisonjeros avalan el caos,
arranques de cordura nublan el altar,
pecados confesables se hacen mierda.
Lugartenientes de tierras inexistentes arremolinan flores,
yacen en pisos de bambú que acumulan razas;
noches de insomnio matan los aires,
caminos de pudor lamen colchones,
necesidades urgen escrotos,
y placeres recónditos se avalan en piel suave.
Juventud desgastada marcha al interior,
monigotes de fierro se levantan ingenuos,
cabras y carneros se solazan tristes,
aullidos quiebran casas prefabricadas,
e incestos sitian parajes urbanos.
Mujeres salen a tu encuentro maldito,
luchas se dan en abierto cañón,
verdades máculas hienden la voz absurda.
Poética nefasta abrumas.
Poética excitas.
Poética, ¿qué bramas?.
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