Agarré mi maleta y le dije a mi vieja y a mis hijos, me voy pa´l gabacho, aquí la situación está bien canija, todo va subiendo, sube la gasolina, sube la tortiilla, suben los pasajes, sube todo menos los sueldos. Y yo la verdad ya estoy harto de trabajar en la construcción aquí y allá por pocos pesos, luego en la pesca ya no deja, no es como antes que salía puro pez plateado, jaibas a montón, acamayas grandotas y hermosos langostinos, ahora muy apenas salen botas viejas y envases de plástico, el río está muy cochino y ya nada se reproduce. Tampoco sembrando maíz o caña, ya ves como esta de loco el clima y lo que le paso a don Leo o al Artemio, que en el ciclón Patricia perdieron toda la siembra, uno se dio un tiro y el otro mejor se fue pá la ciudad a trabajar de velador. Así está muy canijo. Y pues los huercos van creciendo y yo quiero que tengan lo que yo no tuve.
Agarré el camión que iba para a la ciudad para después tomar un autobús que me llevaría a la frontera de Tamaulipas, el río bravo es por dónde todos cruzan me dijo mi compadre Beto, Ya tenía el teléfono del Negro Díaz, era el coyote que me iba ayudar a cruzar el río. Había juntado todo un año, construyendo cuartitos, pintando casas, haciendo ladrillo. Que meto la feria al calcetín antes de tomar el camión del pueblo, también me recomendó eso mi compadre, la raza es bien canija en la ciudad, si te ven todo empachado te van a madrugar, métetela en el calzón o en los calcetines.
Cuando iba en el camión me tocó con una señora que se llamaba Martitha, decía que iba cada mes a la frontera a comprar cosas porque vendía ropa, me platicó toda su historia y la de sus hijos, ella era viuda, yo no podía dormir en parte por el ruido y en parte porque doña Martitha hablaba como un loro Huasteco, me aconsejo que si cruzaba la frontera que tuviera mucho cuidado que por que según el nuevo presidente que se llamaba Donald como el pato, pero que de pato no tenía nada, que más bien parecía pollo porque estaba bien güero, que era bien canijo y que no quería a los Mexicanos, que iba hacer un muro enorme para que ya no siguieran cruzando más delincuentes y que el tal Donald iba a expulsar a todos los que estuvieran allá, devolada me acordé de mis carnales que ya tenían tiempo allá y que estaban de ilegales en el gabacho, el Charly, Quique y Sebas y también en mis camaradas de la infancia Charo Rodriguez, Chucho Mata y Richi de los Vázquez, pero luego pensé que tal vez era puto cuento de Martitha, como iban a encontrar a todos en sus casas y en sus trabajos si era mucha gente y no sólo de estados unidos sino de muchos países que estaban trabajando por allá, según por lo que me había dicho mi carnal charly cuando le hable para decirle que me iba para allá a jalar además de que si iban a construir un muro grandote para que no pasaran, entonces cómo los iban a regresar, volando tal vez me dije. Mientras me quede como burro viendo por la ventana, recuerdo que estaba todo oscuro de pronto a medio camino que nos paran unas troconas bien chingonas, blancas y nuevecitas. encañonaron al chofer y se subieron al autobús, traían puros cuernos de chivo los tipos andaban vestidos como gruperos, solo les faltaban los sombreros porque andaban encapuchados ¡En la madre! Pensé, y no fui el único, Martitha que agarra un rosario y le rezó a todos los santos existentes, sus labios no dejaban de rezar, y una chava que venía en el asiento de enfrente se orino del susto, a toda la banda nos bajaron del autobús y nos pusieron ´por un costado, nos dijeron que nos pusiéramos en fila mirando hacia el autobús. Ellos estaban atrás y nos iban pasando báscula a todos, menos a los niños y a los viejitos. A algunos que se resistían al querer dar sus teléfonos los madreaban con la cacha, a algunas muchachas que andaban muy fresas que las apartan de los otros, no quiero ni imaginar lo que les hicieron después solo se escuchaban los gritos, y ya después de que quitaron carteras, bolsas y maletas que nos suben de vuelta al camión. ¡Y no la hagan de pedo que aquí nos los chingamos! Dijieron los muy méndigos. Yo creía que ya me iba a cargar la chingada, ya después de que el camión avanzó el chofer nos dijo que tenía que seguir porque si se regresaba esos weyes eran capaces de hacer perdedizo el camión y llevarnos a algún rancho cercano para darnos cuello y aventarnos a alguna fosa como le habían pasado a otros choferes amigos de él. Yo me sobaba de una cachazo que me dieron luego de que uno de ellos se encabrono porque yo no traía cartera, solo un pedazo de cartón doblado dónde llevaba el número de mis carnales y el del Negro Díaz, y en la otra bolsa un paliacate con un montón de monedas para el teléfono público, ¡pinche wey, estás más jodido que un perro! Me dijo al momento que me daba el trancazo, un cabrón más chaparro y feo que yo. Después se fueron y continuamos con nuestro viaje.
Llegamos a nuestro destino. Le marqué al Negro Méndez pero no contestaba, aún traía una feria escondida en el calcetín, con eso podía regresarme a mi rancho y seguir pintando casas y haciendo ladrillo, pescando aunque sea para comer y cosechar las pocas mazorcas; pero ya estaba en la frontera y en la desesperación opté por cruzarlo por mi cuenta, pregunté a taxistas y a cualquier persona que me encontré, pero la gente bien canija me ignoraban, me acordé de las palabras de mi compoadre Beto que en la ciudad todos andan corriendo, escuché a unos que dijeron que lo difícil no era solo cruzar el río sino después de la mallacorla, cruzar después de ahí eso lo difícil, porque por orden del mentado presidente disparaban a matar y luego salían diciendo que era en defensa propia. Estaba bien cabrón, el río era caudaloso, no como el Pánuco dónde pescaba y además de eso poder burlar la vigilancia del otro lado con la migra y las cámaras de seguridad. Yo tenía la certeza de que tenía que cruzar costará lo que costará para que el viaje valierá la pena, pensaba en mi esposa y mis hijos, y que me encamino hacia el río, no era el único, me extraño que mientras lo cruzaba no sentía frío, ni cansancio. Crucé el río sin dificultad, como si hubiera flotado a través de él. Pero de pronto unos polícias gringos nos cacharon, detuvieron a todos los que cruzaban encañonándolos, los esposaban, pero de manera extraña no me vieron y aproveche a correr sin parar, la ciudad ya estaba cerca, mi destino por fin, pensé, podría encontrar un buen trabajo, ver a mis hermanos después de tantos años, mandarle dinero a mi familia, construirles su cuartito a mis hijos y pagarles sus estudios, y comprarle una estufa a mi esposa para que deje de cocinar en el fogón. Primero tenía que huir de ahí, solo los perros me ladraban pero los de la migra estaban ocupados y ni volteaban a verme. Observé a una pareja de güeros que estaban en un carro deportivo cercano, traté de pedirles ayuda tocándoles la ventanilla, solo los espanté tal vez porque no me entendían y decidieron arrancar el carro. Corrí sin importar que alguien me viera pero cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que realmente nadie me veía, no estaba mojado a pesar de cruzar el río, no sentía cansancio ni miedo. Recordé el incidente del camión, recordé que mi cuerpo no estaba en estados unidos sino que se encontraba en un rancho desconocido, en una fosa clandestina y mi paradero para mis familiares, también era desconocido.
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