La Ilustre Municipalidad de Iquique a finales del año dos mil comienza a ejecutar un proyecto social en la ciudad; el plan comunal consiste en la reparación y mantenimiento de las veredas peatonales, sumado a esto se llevaría a cabo un completo trabajo de hermosamiento de los jardines centrales de la plaza "Almirante Carlos Condell".
El gobierno regional presentó las correspondientes excusas frente a todos los posibles problemas que dichas labores pudiesen generar, ofreciendo su buena disposición y herramientas necesarias para solucionar las eventuales contrariedades.
Cuatro de la tarde, en la interseccion de las calles Tarapacá con Ramírez frente a "Tiendas Arthurs"
Los albañiles expertos en reparaciones de veredas hacen una excelente y profesional labor; comienzan picando los trazos rotos de las rutas peatonales con la ayuda de ruidosos martillos hidráulicos; extrayendo a pulso con las barrenas cada trozo quebrado de los pesados bloques de concreto. Una vez realizado esta labor posicionan una especie de "Enrejado" hechos de listones de sólida madera, con la cual rodean el pastelón central, esto da forma a los cuadrados por donde uno suele caminar. Es en aquella parte de la tarea cuando la betonera vierte toda la mezcla de arena, cemento, piedra picada y agua; creándose un "pantano" de medio metro de profundidad, finalmente a mano alzada se procede a estucar la superficie. Todo quedará listo cuandos seque a temperatura ambiental demorándose seguramente un par de días.
_ Los maestros son buenísimos en lo que hacen. En solo un par de minutos dejaron la entrada de la tienda como nueva; daba verguenza lo estropeada que estaba la vereda en este sector_ Reflexiona Patricio mi compañero de trabajo. Los dos (él y yo) estamos parados a uno de los costados del gran camión betonera. Ambos trabajamos en la tienda departamental; esperamos a nuestra jefa que debe venir para la apertura del recinto.
_ La entrada que da para la calle quedó muy bien. Además no tenía la menor idea de que el cemento tuviese tanta profundidad_ Respondo mirando atentamente la obra en construcción.
_ Bueno; usamos esa profundidad solo en esta parte de la ciudad; pues hay muchos establecimientos comerciales y es recurrente el uso de pesados carros transportadores de mercadería, la fosa da fuerza y resistencia a los pastelones, así no se quiebran con facilidad frente al peso que deben soportar_ El jefe de obra quién luce un llamativo casco de color amarillo nos comenta con una sonrisa en su rostro, disfruta de un cigarrillo muy cerca de donde nos encontramos.
_ ¡¿Que pasa acá?!_ Pregunta con molestia Lía Payaya la jefa de local que acaba de llegar.
_ Parece que esta mina llegó "de malas"_ Patricio susurra mirándome de soslayo con una sonrisa.
_ ¿Usted es el encargado de los trabajos?_ Pregunta directamente al hombre del casco amarillo_ ¿Dígame como voy a ingresar? ¿No se da cuenta que está entorpeciendo el flujo de potenciales clientes?
_ Señorita si usted tiene la amabilidad de esper...
_ ¡Yo no tengo que esperar nada de usted! ¡Voy a presentar una queja formal a sus superiores! ¡Como jefa de local tengo que abrir para la atención de público! ¡Así que voy a pasar encima de su cemento!_ Lía Payaya arremete con un incomprensible enojo, exaltada, sin esperar escuchar razonamientos.
_ Bueno yo no puedo hacer nada si usted decide pasar pisando el cemento fresco; Pero personalmente no se lo recomendaría por esos zapatos que lleva puestos, son demasiados bellos para salpicarlos con concreto.
_ Es calzado exclusivo de diseño francés; son de un valor incalculable. Pero eso a usted no le importa.
_ Bueno señorita si quiere pasar... ¡Pase usted!_ Responde con mucha tranquilidad el hombre del casco amarillo.
Para ese entonces ya había un mediano grupo de personas reunidas frente al establecimiento, personalmente pienso que la mayoría solo se había presentado esperando ver el desenlace de este inesperado melodrama que sin querer había atraído más de alguna mirada de los transeuntes.
Lía Payaya haciendo caso omiso de las advertencias del jefe de obra, pone uno de sus píes sobre el fresco cemento, y al comprobar que resistía su peso inmediatamente pone el otro; debo acotar que la señorita Lía Payaya estaba algo excedida de peso para ese entonces.
Con una malevola sonrisa en el rostro, mirando burlonamente a los albañiles saborea su triunfo sobre las recomendaciones de los profesionales de la construcción. Y como si no hubiese pasado nada, comienza a sacar los candados de las puertas de entrada; estaba en eso cuando inesperadamente ocurrió lo inevitable.
Nuestra jefa de local, la señorita Lía Payaya junto a sus zapatos de diseño francés comenzaron a hundirse lentamente en el cemento fresco, frente a una multitud de personas que no pudo evitar la mofa de sonoras carcajadas generales.
_ ¡Jorge, Patricio no se queden viéndome, ayúdenme a salir por favor!_ Aferrada a la puerta metálica Lía Payaya evitaba caer de bruces sobre la viscosa mezcla. Paradojicamente mientras más trataba de salir, mas se hundía en el cemento.
_ ¿Maestro podría usted poner algo para poder ir en la ayuda de nuestra jefa?_ Patricio pregunta conteniendo una jocosa y burlona risa.
_ Claro que si señor, contamos con todas las herramientas para solucionar contrariedades_ Responde aquel hombre de casco amarillo y amable sonrisa. Con la asistencia de los demás albañiles extienden un puentecillo de madera especialmente diseñado para este efecto.
_ ¿Por que no me dijo que tenía ese armatoste?_ Lía Payaya pregunta con los ojos llorosos de rabia e impotencia, desesperada, aferrándose como una garrapata a la reja de entrada.
_ Usted no preguntó nada señorita, tan solo llegó amenazando que iba a tomar acciones legales y que pasaría de igual forma, y bueno, pasó ¿No era lo que deseaba?.
Gracias a nuestra ayuda Lía Payaya con mucha dificultad logra sacar los píes de la mezcla; perdiendo en el acto ambos zapatos franceses bajo la gruesa capa de cemento. Corre descalza hacia el interior de la tienda avergonzada, en busca de la protección de aquellas miradas furtivas.
_ Debemos recuperar los zapatos franceses_ Dice Patricio agachándose en el puente de madera, tratando de sacar el calzado que había quedado abandonado en el fondo de la mezcla.
Al verlo agazapado con ambas manos sumergidas en aquel cemento fresco digo burlonamente_ ¡Huevón pareces esas estrellas de Hollywood que dejan las huellas de sus manos en la vereda frente al teatro chino!
Ambos comenzamos a reír estruendosamente, se nos une al desenfrenado jolgorio aquel hombre del casco color amarillo.
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