El negro Remigio el chofer asignado esta vez a conducirme guiaba la camioneta y se detuvo, en un recodo del arenoso camino y observo detenidamente el paisaje, un paisaje árido y silencioso, limitado al fondo por cerros secos y arrugados, que elevaban sus crestas bajo la claridad dorada de la tarde.
Que miras le pregunto
Nada jefe nada y acelero.
Has visto algo, que es
Sonrió el mulato y sus ojos se contrajeron como el de los tigrillos cuando miran al sol de frente, al paso del vehículo las reses asustadizas corrían cierta distancia y se detenían luego a mirar con ojos dolientes a los intrusos, algunas nos seguían con el simulado intento de embestirnos, llegamos a un tambo y nos detuvimos, el tambero nos sirvió unas gaseosas heladas, nuevamente el negro Remigio se puso a observar y me indico que viera por ese lado, del campo surgía un halito húmedo precursor de la lluvia, que movió un momento después al negro(como le decíamos con cariño) Remigio a decirme, jefe un ratito más y se nos viene el agua encima, esta nochecita caerá un buen chaparrón.
No mucho después la naturaleza le dio la razón, un velo negruzco empezó a cubrirnos, mientras millones de insectos invadían la atmosfera pesada y húmeda, espesos nubarrones se enredaban en el alto penacho, el cañón del trueno resonó en el confín del firmamento y los relámpagos encendían sus lámparas mágicas detrás de la cordillera lejana, de repente una intensa claridad violando la densa espesura descubrió el panorama borroso, enseguida un trueno estallo con violencia inaudita, explotando encima nuestro y las gotas de la lluvia refrescaban el bochorno, todos los presentes observaban sorprendidos, como la negrura se convertía en claridad cegadora, apenas se extinguía un relámpago otro venía a mantener el ritmo de asombrosos resplandores, los perros se refugiaron medrosos bajo los muebles, poco a poco aumentaba la lluvia sobre el inmenso valle, los rayos en caprichoso zigzagueo escribían en el firmamento una especie de geometría vibrante, tejiendo fugases figuras y azotaban con fuego las montañas, es cuando entre el fragor de la naturaleza enloquecida, se escuchó el grito de uno de los sirvientes que venía corriendo, lívido por la emoción y la carrera se le escucho decir.
La quebrada, la quebrada viene con mucha agua
Corrimos a la camioneta y subimos a la parte más alta desde donde contemplamos asombrados, la transformación del arroyo, el hilo de agua que esa mañana se arrastraba murmurador y perezoso, se había convertido en una masa espesa, violenta y arrolladora, momentos después lo vimos desbordarse sobre la planicie y anegar todo impetuoso y bravío, ante nuestra estupefacción los arboles fueron arrancados de cuajo como por una mano ciclópea, caían pesadamente y desaparecían en el agitado oleaje, a través de la espesa cortina de la lluvia se pudo distinguir al grupo de casas sumergidas en el agua, sobre los techos algunas gallinas intentaban volar sin atreverse a lanzarse al espacio, todas las familias habían huido abandonándolo todo, las reses fueron arrastradas por el lodo y mugían, pudimos apreciar la catástrofe en toda su magnitud, una masa oleosa y rugiente atravesaba el valle y otra brumosa y negra cubría el firmamento, fue una noche pesada para hombres y mujeres que se aferraban a la idea de detener lo incontenible, perdiendo siempre terreno e incitados por la energía del alcohol, las aguas ganaban altura y socavaban la tierra y esto los ponía en peligro de perecer, pero no se arredraban y era más fuerte el deseo de desviar la inundación y así salvar algo de sus posesiones, era un capricho, una demencia heroica que vencía sus fatigas y les embotaba el instinto de conservación, más el cielo no se compadecía de tan salvaje enardecimiento, a una tempestad seguía otra y el trabajo efectuado adquiría caracteres de grandiosidad.
Luego llego un señor apellidado Macías, de cabello blanco y rostro picado de viruelas, ojos gastados por el paso del tiempo pero de memoria lucida, ni el mismo sabía su edad y muchos dijeron que pasaba de los cien años, era un hombre de mucha experiencia y la gente encontraba agradable escucharlo, empezó diciendo:
“en la contra corriente del niño estará tal vez la explicación de las grandes lluvias de la costa norte del Perú, los años de lluvias son de grandes calores, los que son seguramente causados por la elevada temperatura de las aguas venidas del golfo de Guayaquil; las lluvias vienen con vientos del norte, que son los que acompañan a la corriente del niño, las grandes nubes que se ve formarse por el oeste han de ser el resultado de la evaporación extraordinaria, por causa de la alta temperatura del mar, las aguas de la contracorriente solo bañan las costas de Tumbes, Piura, Lambayeque y la Libertad, es donde cae pesadamente las grandes lluvias, finalmente la época en que se presenta la contracorriente del niño, es la misma de las más grandes lluvias, una de las más extraordinarias lluvias fue en el verano de 1891, ese año se dejó sentir la contracorriente del niño con extraordinaria fuerza, no me es posible avanzar más en esta teoría, siendo solo una serie de observaciones esto de la contracorriente ecuatorial y la relación de causalidad entre ellas y las más grandes lluvias, el cosmógrafo y cronista López de Velasco afirmaba en la provincia de puerto viejo, que está debajo de la equinoccial, llueve donde nunca solía llover, lo cual no puede ser sino por algún influjo del cielo”.
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