Indalecio Pérez era un corredor ejemplar. Tenia el reconocimiento de todo el pelotón internacional. Llevaba a gala, a sus ya 32 años, el haber dedicado todo su esfuerzo y su carrera profesional en ayudar al jefe de filas del equipo, y él por experiencia, ya habia trabajado para muchos de ellos. Cumplia con disciplina su misión, fuera ésta ir a por el agua para el resto de compañeros, prestarle su herramienta de trabajo (la entrañable bicicleta) a su lider en caso de caidas, o negociar quizás con corredores de otros equipos la estratégia de carrera, el trabajo sucio, por así decirlo.
Indalecio, alejado siempre de los primeros puestos, de los podiums reservados a los grandes, no vistiendo jamás un maillot de un color que no fuera el de el equipo que defendiera. Sus momentos de gloría se reducian a tirar como un poseso durante algunos kms en los grandes puertos, hasta que se le acababa la cuerda. O bien alguna "escapadita" consentida cuando ya estaba a 3 horas en la general y no habia que trabajar para el lider. Quizás esperar que a su jefe de filas le fuera bien y tuviera la generosidad de repartir por igual el botín con el resto del equipo, lo cual era lo justo pero no a veces lo habitual. En fin, era un jornalero de la gloria, un cliente asiduo del "tio del mazo" por obligación, aunque él siempre manifestara que por devoción tambien. Indalecio era así...
El hecho es que nos situamos en un momento concreto, tal que así: etapa reina, último puerto del día, de categoría especial para más inri. Y encontramos a Indalecio en un exiguo ya grupo de cabeza, de apenas 20 unidades, con los elegidos...más Indalecio, que bastante hace en ir por ahí (diría siempre, pero hoy es distinto. No obstante no adelantemos acontecimientos) a pesar de que su vocacion de gregario le haga tirar del grupo medio extenuado ya. El hecho es que hoy se encuentra como quizás jamás había estado, subía sin cadena, iba sobrado...
Una voz apenas imperceptible para un espectador, pero facilmente audible para quien ya tiene tablas en esto de la bici le indica: "...inda, tranquilo, tranquilo...". Inconfundible, a su espalda, su lider y jefe, y tal Legstrom. Lo que no es tan común es la orden. ¿Qué le ocurria hoy, quizás una pajara en ciernes? ¿Sería legstrom un nuevo cliente del "tio del mazo"?. El razonamiento obligaba a ejecutar el mandato, pero algo ha empezado ya a suceder en la mente de Indalecio...Obedeciendo a un arrebato de rebeldía, lejos de aminorar el ritmo, el escudero modélico empieza a poner en fila de a uno en grupo. Posteriormente ya no existe grupo, el rosario de corredores descolgados es espectacular. Espectadores, periodistas, y directores de equipo no dan crédito a lo que está ocurriendo. A Indalecio le dio la risa, y vaya si corrió, como jamás lo habia hecho. A estas alturas de la película la voz del tal Legstrom ya no es un leve susurro, ya era un grito en toda regla, como pidiendo explicaciones por lo que sucedía. El director del equipo, frotandose los ojos, juraba en arameo, abroncando a su pupilo leal por su actitud, pero ni caso Indalecio. Solo le faltaba atropellarlo con el coche, aunque el atropellado entre tanto alboroto fue un pobre polaco que intentaba sacar una foto y guardar testimonio de la proeza...
El resultado de la locura-machada (no se como definirlo) de Indalecio: maillot amarillo y portada en los periodicos deportivos de media Europa. Las circunstancias colaterales, como que al dia siguiente tambien se corria una etapa brutal en los Alpes, la crisis interna originada en el equipo, o si Indalecio simplemente habia descubierto el dopaje a la "tierna" edad de 32 años son temas que no interesan ahora. Solo decir que por una vez, se sintio grande, desafio los cánones y experimento lo que para otros es pura rutina, pero que para él significaba la gloria en forma de azafatas con grandes ramos de flores y un maillot color amarillo que precisamente no era de mala suerte. |