El hombre quiso subir un peldaño más en la exploración del sistema solar: viajar a Marte, el planeta rojo y verificar la posible existencia de seres inteligentes. Esta vez los rusos quisieron tener la ventaja sobre los americanos.
Tres astronautas, dos hombres y una mujer, fueron designados para la misión: Vassily Ambrosievich, Igor Gouzenko y Natasha Ogarev. El cosmódromo de Vaiconur estaba repleto de gente que iba a despedir a los protagonistas de la audaz aventura espacial. Como en las misiones anteriores de las naves Soyuz, iban a respirar una mezcla de nitrógeno y oxígeno en proporciones similares a las del aire que se respira en la Tierra con una presión mucho menor que la que se registra a nivel del mar.
La cuenta regresiva dio comienzo y al llegar a cero, la nave Soyuz impulsada por combustible de hidrógeno líquido, inició su trayectoria hacia el planeta rojo.
-Cerrá los paneles solares, Natasha -ordenó Vasily.
Muy pronto la nave alcanzó la troposfera, las capas superiores de la atmósfera. Los astronautas miraron con nostalgia su planeta. No sabían si volverían.
La estratosfera y la ionosfera fueron sobrepasadas y la nave salió del campo gravitacional de la Tierra.
-Les propongo que hagamos una escala en la Luna -dijo Natasha- siempre me cautivó la orografía de esos astros.
-¡Muy buena idea!-contestó entusiasmado Vasily, jefe de la misión.
De pronto, Igor Gouzenko exclamó sumamente alarmado:
-Un objeto espacial se acerca vertiginosamente a nosotros, debe tener dieciocho o veinte metros de diámetro. Desviemos nuestra ruta o nos pulverizará.
Un asteroide de gran tamaño se acercaba a la velocidad de la luz. La Soyuz rápidamente cambió su ruta y a duras penas pudo esquivar el cuerpo celeste. Pasado el peligro retomó el curso prefijado.
-Estos asteroides son los que bombardean el suelo lunar dando lugar a la formación de sus cráteres -comentó Vasily.
La Soyuz estaba ya a doscientos ochenta y siete mil kilómetros de la Tierra, la Luna estaba bastante cerca y a la vista de los astronautas adquiría grandes dimensiones.
El resto del trayecto se realizó sin inconvenientes y la Soyuz alunizó suavemente en una zona próxima a las altas montañas que deseaba contemplar Natasha. La astronauta fue la primera en descender y observó con vivo interés el paisaje montañoso que aparecía ante su vista. Los otros dos astronautas clavaron en el suelo lunar la bandera rusa blanca, azul y roja, imitando a los americanos que los habían precedido. Con sus pesadas botas caminaron un trecho por ese mundo sin atmósfera que creían deshabitado sin alejarse demasiado de la nave. No tardaron en encontrarse con una sorpresa inesperada.
-¡Mirá, Igor! -grita Vasily.
Cuando Gouzenko dirige la vista hacia donde le indica su compañero, ve sin dar crédito a sus ojos, seis o siete humanoides que se dirigen hacia ellos. Quedan paralizados ante la situación. Los extraterrestres tenían ojos inclinados de abajo hacia arriba con una protuberancia entre ellos y una boca muy semejante a la humana. Tenían cuerpos pequeños, no sobrepasaban el metro y medio. Hicieron un gesto amistoso. Aun temeroso y confundido, Vasily les preguntó quiénes eran.
-Nosotros somos los Hijos del Sol y Heos venimos del planeta Marte a colonizar la Luna -respondieron telepáticamente.
-¿Por qué se hacen llamar Hijos del Sol?
-En tiempos lejanos, llegamos a la Tierra. Encontramos una civilización muy avanzada cuyos habitantes adoraban al Sol. Descendimos en una llanura que tenía líneas que semejaban pistas de aterrizaje. Copiamos de ellos su culto y su organización social. Vasily no tardó en darse cuenta de que se referían al imperio de los Incas y a las figuras de Nazca en Perú.
-Nosotros nos dirigíamos a su planeta. Es el primer vuelo tripulado hacia Marte. Nuestra compañera Natasha tiene sumo interés en conocer el complejo volcánico de los montes Tharsis además de los satélites Fobos y Deimos.
-No tenemos ningún inconveniente en llevarlos hasta ellos, estamos cerca de nuestra nave.
Vasily e Igor fueron hasta la Soyuz a buscar a su compañera.
Cuando llegaron a la nave, le contaron lo ocurrido. Natasha se mostró cauta, les preguntó si confían en esos seres. Sus compañeros la tranquilizaron diciéndole que no aparentaban tener intenciones hostiles.
Los rusos siguieron a los marcianos hasta su nave. Ésta difería completamente de la Soyuz ya que se trataba de un platillo volador de forma perfectamente circular. En la nave marciana se hallaron completamente a gusto. Se sorprendieron por las maniobras de vuelo de la nave impensables para la lógica humana. Por momentos realizaba virajes rapidísimos en ángulos imposibles.
-Los incas tenían una monarquía socialista -dijo repentinamente Vasily a los extraterrestres-. ¿Ustedes también tienen un rey?
-Efectivamente, nuestro rey es Zor.
El viaje transcurrió sin inconvenientes salvo el paso de algunos meteoros que la nave esquivó con suma facilidad. Tras largo viaje, bajó sobre Fobos. Natasha estaba feliz, su rostro aparecía iluminado y no dejaba de sonreír.
Luego de un rato, la astronauta pidió sobrevolar los montes Tharsis. Quedó maravillada ante lo que veía. Un impresionante paisaje constituido por un conjunto de montañas unidas que rodeaban un inmenso cráter tapizado de un vívido verde de vida vegetal.
La nave marciana continuó su desplazamiento aprestándose para su descenso en el planeta rojo. Los marcianos entretanto, dieron a los rusos explicaciones acerca del derecho de propiedad en su planeta. Este derecho estaba dividido en tres categorías. Una le correspondía al rey; otra, destinada al culto del dios Sol y, finalmente, la que corresponde al pueblo.
El cosmódromo Hijos del Sol estaba a la vista. La nave disminuyó su velocidad y se descendió suavemente sobre tierra marciana.
-Este cosmódromo pertenece a Decápolis, la capital de nuestro imperio.
El cosmódromo era una gigantesca base espacial en la que había ovnis de diversas formas: triangulares, cilíndricos, esferoidales...
Ya en Decápolis, los astronautas pudieron apreciar la arquitectura tan diferente de la terrestre. Las construcciones eran cilíndricas, pentagonales o exagonales. Los habitantes observaban con asombro a los humanos cuyas características físicas les parecieron tan extrañas.
Los astronautas marcianos los presentaron como visitantes de La Tierra. Una vez satisfecha su curiosidad, los rusos emprendieron junto a los marcianos el retorno a la Luna donde había quedado la Soyuz. Tras un viaje inverosímil, la nave se posó cerca de la Soyuz.
-No tenemos palabras para agradecerles la hospitalidad que nos han brindado -dijo Vasily Ambrosievich.
-No podía ser de otro modo. Nos sentimos felices de haberles dado una muestra de fraternidad interplanetaria -respondió el marciano estrechando la mano del humano a modo de despedida.
Ya en la Soyuz, Ambrosievich preguntó a Natasha qué le había parecido el viaje a Marte.
-No lo olvidaré más. Fue una experiencia inolvidable -dijo la mujer con lágrimas en los ojos.
El regreso a La Tierra fue tranquilo.
El presidente Abramovich los esperaba en el cosmódromo. Los astronautas fueron recibidos como héroes. Rusia había dejado una marca altísima en la historia espacial terrestre. |