—¿Por qué me hiciste apresurar hace rato mamá?— preguntó Shiuma, mirando a su madre. La brisa marina acariciaba su frente, mientras el sol brillaba alegre sobre su mundo. La madre lo miró largamente en silencio. Después de unos instantes, pareció tomar una decisión.
—Acaba de comer y te lo diré, ya te he dicho que no hables mientras lo haces— Indicó la madre. Se llamaba Shmi, nombre bello y armonioso que sus pretendientes le cantaban al oído en las noches de luna clara y cielo azul. A sus 35 años de edad, era bella, deseable, y para nada ofuscada con conceptos como vejez o abstinencia. Era una hembra, natural y salvaje, descendiente de una raza pura y libre. Raza ya mermada por los incesantes años de persecución.
Cuando Shiuma terminó de comer, su madre lo instó a avanzar junto a ella.
—La razón por la que escapamos, hijo, fue por los Dwim Loor— Comenzó a explicar.
—¿Los Dwim qué?— preguntó Shiuma confundido.
—Los Dwim Loor— dijo la madre.
—¿Qué son ellos, Mamá?— volvió a preguntar, Shiuma, con su atención puesta por completo en la mirada de su madre. Por primera vez en su vida oía esta palabra, pero sentía el terror que producía en ella, y en el resto de los que huyeron cuando el grito de alerta se escuchó, hacia unas horas atrás. Cuando, lamentablemente, algunos de los de su especie nunca los alcanzaron.
—Los Dwim Loor son criaturas pequeñas, pero de grandes habilidades. A pesar de medir una décima parte de lo que nosotros, tienen poder para atraparnos, sin posibilidad de escapar. Muchos de los de nuestra raza han caído bajo los Dwim Loor. Los más fuertes, las más hermosas, los jóvenes, los viejos, machos o hembras, ellos no hacen distinción. Vienen en cada temporada y atrapan a quien pueden. Nos cazan con sus horribles y crueles lanzas poseedoras de una magia terrible, capaz de destrozarnos las vísceras, luego, cuando caemos mortalmente heridos, nos olfatean siguiendo el rastro de nuestra sangre por millas incontables. Nada los engaña, una vez que has captado su atención no podrás escapar de ellos.
—¡Oh!— exclamó Shiuma con terror.
—Por eso Shiuma, cuando huelas o veas a un Dwim Loor, ¡Huye!, ¡Cual si tu vida dependiera de ello!, ya que en efecto así es. Si un Dwim Loor te ve, avisará a los demás, entonces ponen en movimiento la isla mágica donde viven, y ésta flota por encima de ti, avanzando a gran velocidad, siempre interceptándote el paso. Puedes correr, brincar, esconderte en las sombras, pero una vez que te han visto, te seguirán hasta el fin, tu fin.
—¿Por qué no luchar contra ellos, mamá?... somos más grandes. ¡Su isla mide lo mismo que tú, Mamá!— exclamó Shiuma con voz belicosa.
—No se puede Shiuma. Contra ellos no sirve ni la fuerza ni la astucia. Pueden despedazarte desde lejos sin siquiera tocarte. Sus venenos penetran en tu piel produciéndote llagas, sus alientos son tóxicos y oscurecen los cielos, matando a las gaviotas y a todo cuanto vuele, nade o se esconda bajo este sol. Ellos son los señores de la muerte, los mensajeros del infierno. Vienen a buscar a nuestra especie. Y de ellos, jamás podremos escapar.
—Pero ¿Por qué son todos tan malos?— preguntó angustiado Shiuma.
—Por extraño que parezca, no todos son malos— explicó la madre— y tú los reconocerás, verás; hay otros que no sólo no matan, sino que te buscan para mirarte y saludarte. Te miran desde sus extrañas islitas voladoras que parecen hechas de las medusas del mar. Y desde ahí, te saludan y se golpean unos a otros en los hombros para señalarte riendo si les sonríes. A veces hasta te llegan a tocar y sus pequeñas manitas se sienten como la música en tu piel, y te hacen cosquillas, como burbujitas. Esos son los Dwim-Loor buenos, que nosotros llamamos Ishni-kin. Ellos te cuidan y curan si estás herido. En tiempos de hambruna pueden darte alimento y hay quien dice que hasta se pelean con los Dwim-loor para evitar que nos hagan daño, pero no siempre pueden, los Dwim-loor son más rudos, fuertes y malvados. Los Ishni-kin tienen sus naves como nubecitas suaves y un gran amor por nosotros. En cambio los otros, viajan en islas duras y grises, como las conchas de los ostiones, y llevan llamas de fuego, magia malvada que te estalla los miembros, te atrapan con poderes especiales y por más que te esfuerces no puedes escapar. Aunque grites de dolor y terror, a ellos no les importa, simplemente te cortan más para que sangres y no puedas huir y luego te arrastran hasta que mueras…— terminó Shmi.
—¿Qué haremos Mamá...? ¿A dónde iremos?— preguntó asustado Shiuma.
—No podemos hacer nada, hijo. Ellos están en todas partes. No hay lugar a donde podamos escapar por siempre. Por eso, si ves a un Dwim Loor, corre, corre aunque no me veas, siempre corre.
—¡Pero yo no te quiero dejar, Mamá!— exclamó asustado Shiuma.
—Si vienen los Dwim Loor, lo harás, porque si tú vives, al menos mi muerte no será en vano. Es un mundo bello en el que vivimos Shiuma, bello, pero salvaje. Ya no queda mucho del hermoso mundo de nuestros ancestros, pero lo poco que permanece, aún es nuestro, hasta que los Dwim Loor nos lo quiten. Cuando eso pase, ya ninguno de nosotros quedará con vida—. Sentenció la madre. Shiuma calló por largo rato. Más tarde, ese día, Shmi lo llamó.
—Ánimo Shiuma. Los Dwim Loor son una realidad— le dijo con dulzura—, pero no puedes vivir tu vida aterrado por ellos. Vive, y aprende a morir, como decía mi madre—. Con suavidad acercó su cuerpecito contra el suyo— ¿Entiendes?
—Sí, Mamá— respondió Shiuma.
—Bueno, ahora toma un buen jalón de aire, y vayamos a comer un poco más— Indicó con un guiño— ¡No podrás llegar a ser un cachalote adulto si te quedas ahí todo el día como los delfines, jugando y retozando sin comer algún calamar de vez en cuando!— dijo Shmi, la hermosa hembra de cachalote, luego inhaló profundamente y guió a su ballenato a las profundidades, donde aún eran soberanos…
__________________________Recordando a Elu con amor — M.D
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