Abrió los ojos muy lentamente, la luz tenue anaranjada que cruzaba a la sucia cortina ayudaba a que su vista se acostumbrara. Se levantó entonces, no demasiado lento, pero sin dudas aún afectado por la somnolencia.
La habitación era originalmente amarilla, pero ahora se veía un mosaico de manchas de humedad sobre una capa blancuzca. El lugar estaba lleno de cosas tiradas y, algunas, acomodadas en distintos espacios; parecía un desorden total, lleno de basura y poco organizado, pero él lo entendía a la perfección, para sus ojos no era diferente a tener muchos casilleros numerados y alineados por categorías.
Abrió un ropero nuevo con aspecto viejo, sacó algunas ropas arrugadas y comenzó a ponérselas con algo de parsimonia mientras viajaba a la cocina, que ciertamente no estaba muy lejos. Una vez listo, e ignorando lo que su madre diría décadas atrás sobre la higiene necesaria cuando uno se levanta, fue directo a la pava y el mate preparándolo casi sin ver. Tal vez por eso no notó al instante a la enorme cucaracha que había a unos centímetros de sus manos. Tampoco le molestaba demasiado, por lo que no se preocupó en echarla, probablemente su gata se encargaría de ella más tarde.
A veces sentía admiración, sobreviniendo en algo de lástima, por una especie en su estado adulto "óptimo". Sentía las mismas emociones que la mayoría de la gente - en aquella época y lugar - sobre las crías de cada animal, pero su admiración por un ejemplar en su forma típica, en el pico de su vida, en la conclusión de un objetivo... en fin, se tratara de un árbol, un león o una cucaracha, le agradaba a la vista. De vez en cuando sentía lo mismo en el caso de una persona, pero para confirmar su sesgo al respecto, siempre eran de tiempos pasados; veía a un trabajador en una foto del 46, a alguna mujer graficada en una revista de temática histórica - medieval, egipcia, romana, daba igual -, y recién entonces podía sentirlo. Debía ser un amor por el estereotipo, por la simplificación de la vida, que suele llegar en la interpretación del pasado. Era una relativización justificadora de la realidad, generalmente inventada, de aquellas personas genéricas, como cuando algunos antropólogos describen las costumbres de una tribu, ignorando cualquier variación individual, cualquier relación de poder. Conociéndose, él había querido durante un tiempo vivir como esos estereotipos, al principio plagiando viejas épocas, confundido por su sesgo, pero más tarde tratando de identificar la actual. Nunca le quedó claro si su fracaso era el caos de direcciones de ésta era, quizá de todas las eras, o la forzada imitación de la inercia que realizaba. Es que nunca fue de esos que vivían y viven como si cada acción fuera similar a respirar, no en el sentido de necesario y vital, sino inconciente y automático. Su algo perezosa pero definida naturaleza reflexiva le impedía lograr esos objetivos, tal vez banales, aunque no para él, que consideraba a su filosofar vulgar como síntoma de una enfermedad (y aclaro vulgar para que se entienda que su visión de la "filosofía" como enfermedad no tenía nada que ver, al menos que tanto él como yo sepamos, con lo que dijera Nietzsche). Esto que acabo de hacer, irme por las ramas al intentar describir algo simple, como es el hombre, es un ejemplo de las divagaciones que a él mismo lo identifican. No debe confundirse, y con esto finalizo por el momento la descripción mental, su reflexión con alguna clase de curiosidad intelectual, o de cualquier tipo. Nunca leyó mucho, nunca averiguó lo que otras personas, desde gente "común" a pensadores de la historia, creían al respecto; y además tampoco justificaba como hacen algunos locos, diciendo que la verdad está en uno mismo y no debe buscarse en los escritos de otros, él simplemente ignoraba que existiese un submundo exterior a su cuerpo que se dedicara a tal acción reflexiva.
Entonces hirvió el agua, como siempre ocurría, y su devaneo mental se interrumpió. Volvió al cuerpo y paró de escribir, porque así como no valía la pena cambiar el agua, tampoco lo valía seguir escribiendo.
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