Pocos clientes se resisten a la tentación de tocar mis hojas. No les basta con mi belleza ni con mi exuberancia ni siquiera con mi perfección fractal. No, además los incrédulos necesitan acercar su dedo y meter su mano en mi llaga de plástico. Me dejan tocado y hundido, después apartan la mano y la mirada. Me gustaría explicarles que en un baño sin luz natural las condiciones de vida son muy hostiles y es biológicamente imposible que aquí prospere un helecho natural. Me encantaría reírme en su cara de sus nulas dotes para la deducción, pero me callo como un buen helecho. Paciente guardo silencio. En un hotel de cinco estrellas hasta el más cenutrio de los clientes siempre tiene la razón. Además, en el fondo, les tengo cariño, su mundo también es oscuro y también todos ellos están condenados a ser de plástico. Algunos pobrecillos ni siquiera lo sospechan.