El problema con la era de la razón es que para conocer destruye a aquello que estudia por su convicción de que el todo es la suma de las partes.
Así, para aprender medicina se utiliza cadáveres, para ver cómo funciona una máquina se la desarma, para comprender el lenguaje lo despedaza en oraciones, palabras, letras... etc.
He visto el futuro.
En este afán de conocer el universo eventualmente encontramos una forma de llegar a la velocidad de la luz, a partir de un motor que imprima una aceleración constante a un vehículo.
Sabíamos que cuando la velocidad se acercara a la de la luz el tiempo se distorsionaría, haciéndose más lento para la nave, y su masa aumentaría.
Cuando enviamos una sonda a Trappist D para estudiar el planeta, todo comenzó normalmente.
Desde la Tierra vimos como la nave se alejó cada vez más rápido. Desde la sonda observamos cómo la Tierra giraba cada vez más rápido alrededor del sol y se perdía de vista, sin notar que nuestro propio tiempo se aceleraba, y nuestra masa crecía.
Cuarenta años en la sonda se convirtieron en milenios, en millones de milenios, y las pocas toneladas de la sonda eventualmente se convirtieron en un agujero negro.
Nunca llegó a Trappist D, sino que se lo tragó, con su estrella roja y sus otros planetas, al igual que a la Tierra, al Sol, a la galaxia y al universo, sin detenerse hasta que estalló y dio lugar a un nuevo universo.
Creí haber viso el futuro.
Ahora no sé si no fue el pasado.
Pero ratifiqué que la humanidad, en su afán de conocer, destruye a aquello que estudia.
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