Todo empezó en una pequeña reunión. Era un día, como muchos, soleado. Las aves cantaban la misma canción y la brisa silbaba en la misma tonalidad, junto al sonido de las carnes, friéndose en la parrilla. El cielo se despejó para observarnos y las nubes huyeron para no sonrojarse. No había ruidos que interrumpieran el silencio que abordaba mi pecho.
Me encontraba sentado al lado de la parrilla, conversando de todo y de nada con mis amigos. Sin embargo, mi corazón no paraba de observarla de vez en cuando. Nunca habíamos cruzado palabra alguna ni siquiera nos habíamos visto en otro momento, pero de alguna manera nuestros cuerpos se llamaban. Iba a ser un largo fin de semana.
Ella estaba a unos tres metros de mí, junto a todas sus amigas, sentadas al borde de la piscina riendo, arreglándose y contando chismes sobre chicos: cosas de chicas. Se le notaba tan despreocupada que, quizás, si en ese instante un dinosaurio apareciese desde el fondo del agua, no le hubiese importado. El sol iluminaba su rostro y hacia que su sonrisa pareciese angelical junto al resplandor que emanaba de sus ojos. Qué bella se le veía.
En un segundo, mi cuerpo no pudo resistirse y mi cabeza volteó inconscientemente. Nuestras miradas se cruzaron.
-¡Me miró! ¿Por qué me miró? ¿Hace cuánto tiempo que me estaba viendo? - pensé, mientras mi corazón se aceleraba al punto que creí, por un segundo, que se escaparía de mi pecho para ir a robarle un beso al suyo.
Ella se sonrojó y la mirada me quitó. Luego, volvió a la conversación con sus amigas y me ignoró por el resto del día. Nunca en mi vida había estado tan confundido.
No volvimos a cruzar miradas hasta la noche siguiente. Estábamos en la misma casa, escuchando a las mismas aves y con la misma brisa. Sin embargo, esta vez, la luna nos acompañaba. Nos habíamos estado mirando durante toda la noche, pero ninguno de los dos se atrevía a acercarse al otro.
-¿Es que acaso es tímida o simplemente no tiene interés en hablarme? - pensaba, mientras caminaba hacia ella con musica, dentro de mi cabeza, de fondo.
Ya a unos pasos de ella me encontraba y yo sabía que me estaba viendo, aunque su rostro no me apuntaba. Ella solamente esperaba tan tranquila como siempre. -la odié y amé en menos de un segundo - Luego, ya a unos centímetros le pregunté.
"¿Cómo te llamas?"
-Catalina, ¿tú? - respondió con una enorme sonrisa en el rostro como si hubiese estado esperando esa pregunta desde hace mil años y, por primera vez en vida, escuché su voz. Me enamoré |