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Solía ser libre, me fascinaba correr por las vastas llanuras para que el viento despeinase el lacio pelo de mi cabeza y mi cola, era de lo que mas disfrutaba en mis días desde la infancia.
Cuando no corría, solía quedarme parado observando el entorno natural que me rodeaba.
Estaba enamorado, y no solo eso, era el padre de dos hermosos potrillos. Podría decir que había conocido la felicidad, aunque no durara mucho tiempo mas.
Una tarde de invierno un diminuto monstruo -no tan diminuto pero si para ser un monstruo- se acercaba a mi, lo hacia sigilosamente, como intentando lograr que no lo viera. Raccione rápidamente y me aleje corriendo hacia donde estaban mis dos hijos; los vi y mirándolos a los ojos les pedí que se alejen. en ese instante otros dos montruitos salieron de los pastizales, uno de ellos me arrojo un lazo y caí violentamente al suelo.
Me sujetaron con fuerza, al mismo tiempo que me acariciaban la cara y el abdomen, no lograba entender que pasaba, la vista se me nublo y me dormí.
Desperté, había muchos de los míos a mi alrededor, les pregunte que ocurría pero nadie sabia, todos estaban asustados. De a uno nos llevaban hacia un túnel, del otro lado de este se escuchaban los gritos de miles de monstruitos y una melodía repetitiva que era acompañada por una voz.
Llego mi turno, me sujetaron y me llevaron por el túnel, al salir de este pude ver a todos los monstruitos, eran miles ubicados en gradas, otros estaban en el terreno e incluso algunos me apuntaban con raros artefactos con luces.
Estaba sumamente nerviosos y por demás temeroso. Me ataron a un poste, un monstruo se me subió encima, escuche una campanada y me liberaron.
Fue en ese preciso momento que viví el mayor de los sufrimientos, sentí latigazos por todo el cuerpo que me quemaban y ardían la piel, la multitud gritaba, las luces me encandilaban, corrí y me sacudi intentando quitarme al monstruo de encima , hasta chocar mi cabeza contra una dura pared.
En ese instante los mas importantes recuerdos de mi vida pasaron fugazmente por mi mente, puede ver a mi familia, y otra vez volví a sentir la libertad que alguna vez supe tener pero que estos monstruitos me arrebataron; aunque ahora no era el viento quien despeinaba mi lacio pelo, sino que ahora era yo quien formaba parte de ese maravilloso viento que tanto me gustaba.

Texto agregado el 07-03-2017, y leído por 202 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
08-03-2017 Hermoso y emotivo tu relato. Nuestros hermanos menores también tienen sentimientos. Un acierto,te felicito. pantera1
07-03-2017 BELLA ENCARNACIÓN DE TUS LETRAS METIENDOTE EN LA PIEL DEL HERMOSO ANIMAL SINTIENDO Y VIVIENDO COMO ÉL, ME GUSTO TU RELATO EN PRIMERA PERSONA DESDE TU CONDICIÓN DE CABALLO MUY BUENO Y ORIGINAL REALMENTE ME ENCANTO GRACIAS POR TUS LETRAS UN ABRAZO AMIGO rolandofa
 
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