Para vivir
no me hacen falta consuelos,
más si esmero
y el doble de esfuerzo.
Para la vida que estoy viviendo
el amor no me sirve de fachada,
si redescubrirme en él
es lo que deseo.
¡Ay, mi corazón!
no siempre habrá razones pa' vivir,
pero si, para seguir insistiendo
en levantar los ojos al cielo,
sabiendo que sobre nosotros
se proyecta otra vida
y es la del universo que golpea en los huesos.
Para vivir
no necesito de príncipes azules,
me basta con darle libertad a mi esencia
y que pueda crear sin omisiones.
Para esta vida que quiero vivir
priorizaré mi persona
porque de nadie seré las sobras;
porque de embusteros está repleto el mundo;
y será la culpa nuestra,
si hacen de nuestro interior un pesar inmundo.
¿Qué si soy feliz?,
la felicidad no pertenece a personas profundas,
en cada profundidad
reside el dolor inevitable de las cosas,
en cada oscuridad
parpadea un pequeño sol entre las sombras,
y la felicidad colectiva no se me antoja.
Para vivir,
para sentir,
para descubrir
no me hizo falta la voluntad divina ni humana,
abollé la envoltura de mi alma
y colgué con clavos y estacas
la piel que me apresaba.
Con la intensa luz de mis instintos,
le otorgué la claridad del sentido
a los fantasmas que me habitaban,
para que los pecados,
-que son tormentos en la calma,
incineraran su hedor
en los holocaustos de un ayer
que se abrevó de nostalgias.
Un ayer que no recuerdo,
que transita mezquino en los sueños,
y que para existir se dejar SER
y se parece a un rocío marchito,
se reinventa en la pobreza de la esperanza,
y se agita en la proeza
y en la descomposición temprana.
¡Ay, tanta vida,
pa' qué te quiero,
si quién te escribe
no se vale de consuelos!
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