Resistes mirando fijamente la cara del fantasma vestido de negro, insistes en aferrarte a esta vida injusta solo por amor a esas figuras borrosas que en este momento lloran junto a tu cama.
Un ángel con bata blanca se acerca y te dice que eres valiente, que has luchado como se debe… te repite que está bien rendirse, que nadie te juzga, que tienes derecho a dejarte ir… ¿Quién puede pensar con claridad con ese pitido constante que marca cada uno de tus intentos de estar con vida?...
Alguien llora: esa voz que escuchabas desde que estabas en el vientre y te daba tanta tranquilidad te recuerda cuanto te ama y te dice que siempre serás su bebé sin importar en donde estés.
¿Y a dónde se supone que vas a ir? ¿Irte sola? La soledad no suena muy agradable en este momento.
La oscuridad que intentas apartar empieza a desplazarse de a poco cerrándose cada vez más… piso, techo y paredes empiezan a constreñirse encima de ti.
Metafóricamente, claro está…
En realidad la habitación está en una calma solo interrumpida por ese condenado pitido al lado de tu cabeza y la voz del hombre que te dio vida diciendo continuamente “todo estará bien, es otro angelito que vamos a tener en el cielo cuidándonos”, mientras acaricia sin cesar la espalda de tu madre.
Tienen que estar hablando de alguien más, ¿Cómo vas a ser tú un ángel si nunca has hecho nada heroico o vagamente importante en la vida?... Seguramente es alguien más… Aunque desde lo más profundo de tu ser nace la esperanza de que tengan razón, de que vayas a ese lugar que en el catequismo te dijeron que llegaban las personas que fueron buenas… esperas que hayas sido lo suficientemente buena.
El frío consume de a poco, ya no sientes las piernas y ya no puedes seguir resistiendo mucho tiempo más.
Solo se siente el dolor y el lamento de no haber cumplido tantos sueños que alguna vez te cruzaron por la mente… tantos abrazos sin dar, tantos te amo sin decir, tantos países sin conocer, tantos libros sin leer, tantas veces diciendo no cuando el alma gritaba decir sí.
El pitido aumenta su ritmo y papá y mamá se acercan a tu cama llorando, y solo puedes parpadear hacia ellos… de verdad esperas que ese parpadeo les diga cuanto los amas y que realmente todo va a estar bien.
La oscuridad no te deja ver ya, pero una nueva calidez se está apoderando de tu cuerpo… no se siente mal ni bien, solo es algo nuevo…El dolor cede por momentos.
Sientes dos besos húmedos de lágrimas en tu frente y dejas que tus brazos se relajen, soltando el pequeño hilo que te mantenía en este mundo.
… el pitido intermitente es ahora un sonido constante…
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En tú memoria.
No me puedo ni imaginar lo que tuviste que pasar.
Once años son muy pocos, pero espero que hayan valido la pena.
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