Era una tarde tranquila y un poco nublada. Sin embargo, se podía sentir el calor que emanaba del enorme sol. Las aves dejaron de cantar aquel día y el sonido de los autos dejó de sonar. Todo sonido desapareció. Empezó con un ligero dolor en el pecho, seguido de un extraño sentimiento de nostalgia. No estoy muy seguro de en qué momento comenzó a suceder. La percepción del tiempo cambió; después, de alguna extraña manera, sentí en el fondo de mi ser que un acontecimiento escalofriante iba empezar. Al sonar las campanas de alguna iglesia cercana, comenzó.
Un dolor más intenso en todo el cuerpo, seguido de un nudo en la garganta. El pecho comenzó a hacerse más pequeño y el aire me comenzó a faltar. La vista se nublaba: la vista panorámica había desaparecido por completo. Me levanté y el equilibrio me falló. Por un centímetro no caí, pues pude coger la silla más cercana y allí me apoyé; luego, después de tomar un poco de aliento, mis brazos perdieron la fuerza y al suelo me derrumbé como si fuese un cuerpo sin vida. Luego, el conocimiento perdí.
Al despertar entre en un mundo de sombras y oscuridad, mire el cielo y, en ese instante, lo supe. Ya no estaba en mi mundo. El sol no existía y cada nube amenazaba con truenos lanzar. La luna ausente estaba, sin embargo, su brillo aun iluminaba unos pocos caminos. Mientras que más avanzaba, estos cada vez más peligrosos parecían: delgadas franjas grises, rodeadas por nada más que un abismo sin fondo, eran. Sin embargo, una luz apareció en el horizonte. En este instante, corrí y corrí sin pensarlo, pero no la pude alcanzar: una imperfección en el suelo me lo evitó. Inmediatamente después, caí por el borde del camino y en la oscuridad quedé olvidado. Perdí la conciencia.
Desperté tal vez unas horas después, no estoy seguro. Sin embargo, una gran sorpresa me llevé al notar que aun entre pesadillas me encontraba. Observé a la izquierda y nada pude ver. Traté de sentir algo, lo que sea, a la derecha; pero nada más que un sentimiento helado recorrió, en un segundo, cada centímetro de mi ser. El dolor en el pecho cada vez más se hacia más intenso: me estaba congelando.
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