No ha sido un buen día, de hecho pienso que no debí levantarme de la cama; es de aquellas largas jornadas cuando todo lo que uno hace sale mal, y al final del día solo deseas mandar a todos al carajo.
_ Maldito día de mierda_ Digo tratando de no perder el control; de no agriar el regreso a casa.
Como buen obsesivo compulsivo medito mis pasos a seguir, haciendo un rápido inventario de lo que llevo encima. "La voz del maestro" el libro de Jalil Gibrán y "Kriptonita" el disco de Miguel Mateos en mi dispositivo musical_ Al menos tengo muy buena lectura y música_ Río por el agradable hallazgo; es la primera sonrisa honesta que tengo en varias horas.
Decido retornar a casa por la costa, buscar la esquiva tranquilidad en el aire marino; me gustan mucho los paseos por aquellos lugares, mantenerme activo purifica mi cuerpo y alma.
A pesar de ser uno de los veranos más calurosos de la última década, la tarde de hoy mantiene una temperatura bastante agradable, así que inicio el regreso a casa caminando; luciendo un mejor ánimo.
La principal vereda que lleva directamente a la costa comienza en un gran paso peatonal, dicho cruce a la vez se divide en dos rutas. La primera es un paseo turístico que llega hasta las mismísimas arenas de la playa, y la segunda (la que prefiero) es un camino paralelo un poco más alejado, es por donde transita la locomoción colectiva; y lógicamente menos concurrido.
Ciento veinte segundos se demora el semáforo que divide las calzadas en cambiar de luz, los dos minutos de espera los ocupo hojeando el libro de Jalil Gibrán. Cuando la señalética nos da la preferencia para cruzar la avenida, aparece entre los vehículos un artista callejero haciendo malabares con unas pequeñas pelotas de colores, es la delicía de los visitantes.
Después de media hora de caminar ya he avanzado media ruta de distancia a casa, excelentemente acompañado por la poesía de Gibrán, y el blues de Mateos, ambos han hecho de esta incursión una hermosa aventura.
Imprevistamente a pocas cuadras antes de comenzar a dejar atrás la playa, unos inesperados y fulminantes colores carmesíes bañan toda la reinante atmósfera, giro para observar de mejor manera como el astro rey desciende perezomente ocultandose en el horizonte marino; tal acto pinta la tarde de una gama de colores que las palabras no pueden expresar.
Esto es la plena belleza de la creación, es el suspiro del arte, es la inspiración del poeta, es amor en su más puro estado. Me hubiese encantado que estuvieras aquí conmigo para poder disfrutarlo juntos.
Me siento adentro de la grandiosidad de un cuadro de Albert Bierstadt, en donde los matices de luz traspasan las esponjosas nubes; reforzándola por tonos oscuros usados para los primeros planos; suaves y delicados toques de turquesa dan vida y mecen lentamente el paisaje de la quietud del océano_ Dios esto es demasiado hermoso_ Digo anonadado.
Quisiera una fotografía, pero no tengo la menor idea en donde dejé mi teléfono móvil (Típico en mí) prefiero que sea de esta manera, guardarla en mi memoria, muy profundo dentro de mi espíritu.
Muy cerca, solo a unos metros; una joven mujer se acerca con una cámara fotográfica en las manos, nuestras miradas se cruzan y ambos reímos disfrutando del espectáculo_ Es muy hermoso ¿Verdad?_ Pregunto llenando mis pulmones con la suave brisa que se desprenden desde las serenas mareas.
_ Indescriptiblemente bello_ Responde ella sacando unas cuantas instantáneas. Atrás un hombre con varias bolsas del supermercado bosteza esperándola, no oculta su total aburrimiento.
_ Esto es arte, pero solo para los ojos de unos pocos privilegiados_ Me comenta riendo, mirando a su pareja quién con un ademán le pide que se apresure, ambos volvemos a reír frente a la total ausencia de sensibilidad en él.
Despidiéndome con un rápido adiós me alejo en busca de la ruta de regreso a mi hogar, llevándome las acuarelas del bello atardecer en el alma, conservando en mí, la sonrisa de Dios.
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