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Mi padre tuvo el bar cuarenta años,hasta que lo vendiò por necesidades econòmicas.Muriò poco despuès,por causas cardìacas segùn los mèdicos.Pienso que fuè por la melancolìa que siguiò a la pèrdida del Bar.Años mas tarde lo volvì a comprar a su dueño en ese momento.Una persona que conocìa y veìa con frecuencia.
Segùn èl no rendìa.Para decirlo mas gràficamente,nadie entraba al Bar.
El estilo se habìa mantenido tal cual era en sus origenes.Los espejos tras los anaqueles de las botellas,el lustroso mostrador de madera,las mesas cuadradas,las sillas rectas,el aire inconfundible de almacen,cierta confusiòn de las cosas,la morosidad en algunos aspectos y elementos relacionados con la higiene lo que no impedìa una imagen general de pulcritud,la lentitud del tiempo en contraste con los café & pizza plàsticos y asèpticos de los noventa.
El atractivo saltaba a la vista,innegable,contundente.No habìa impedimentos para que los clientes acudieran en gran cantidad.
Comenzè con los vermut,siguiendo esa lìnea retro de local.
Rojos,oscuros,blancos,rosas.Con vodka,ron,gin,campari,fernet.
Tenìa a la vista las delicatessen del lugar.Quesos de todo tipo,salamines y mortadelas italianas,hasta un leber importado de Polonia.
Una vez entrò un joven de grandes anteojos y suèter verde.
Tomò un jugo de limòn sin azùcar.Me respondiò que era vegano y abstemio,ante mi ofrecimiento de las especialidades del lugar.
Pasaron dos meses.
Incorporè los cafès especiales.Con leche,canela,crema,coco,whisky,coñac.
Solo entrò un cliente en tres meses.Me pidiò un tè con edulcorante.
Tendrìa que incorporan comidas,eso era,la gente quiere comer.
Contratè una pareja de correntinos,ella cocinera,el parrillero.
El humo mas sabroso e incitante de los guisados y las carnes asadas inundò el lugar.
Una rata que se asomò a la puerta del Bar,escapando rauda se convirtiò en el ùnico ser vivo que intentò ingresar al bar.
Tres dìas mas tarde los correntinos se fueron.El hombre,luego de cobrar su sueldo,saliò vociferando a viva voz,aña m'boi y hacièndose cruces,la mujer que salìa mas ràpido que la rata se detuvo un instante y acercàndose me dijo...vos tenès un payè,estàs engualichado che rubicha...necesitàs una buena bruja que te limpie chamigo y desapareciò sin màs.

Tomaba cafè y leìa el diario,como un viejo jubilado.Luego empezè con el mate cocido,me hacìa una jarra y la tomaba frìa,todo para combatir la acidez que igual me producìan ambos brebajes.
Serìan los nervios.
Pensaba.Seguìa recordando las palabras de la correntina,no creìa en brujas ni brujerìas,jamàs consultarìa a una de esas timadoras.
En el barrio las cosas tampoco marchaban bien.Un kiosko y almacèn pegado al bar,cerrò por falta de clientes.El carnicero y fiambrero de la otra esquina amaneciò ahorcado en el local.La familia cerrò y volviò a Paraguay,de donde procedìan.
El barrio estarìa engualichado como hubiera dicho mi ex cocinera?
Mi capital disminuìa,
Me pasè al agua.
Continuè con los buenos alcoholes que tenìa en existencia.
Entones caì en la cuenta que habìa omitido lo principal.
No tenìa ninguna propaganda ni publicidad realizada.
Necesitaba promociòn.
Harìa una fiesta y serìa para todos.Algo popular.
Corrìan los ùtimos dìas de Febrero.
Serìa un carnaval,un carnaval de los locos,medieval donde ricos y pobres fueran iguales.Serìa gratis,no podìa ser de otra manera.
Coloquè carteles en toda La Boca.
Difundì en algunos grupos de facebook y whattsapp.
Usè el boca a boca.
Esa noche el Bar estaba abarratodo.Todos bebìan y reìan con la felicidad dionisìaca de la embriaguez.A punto para una orgìa.
Los primeros en llegar fueron los cartoneros y cirujas,luego representantes del Gobierno de la ciudad,de la Policia de la Ciudad y el cura salesiano de la Parroquia que se miraban de reojo con unos que pertenecìan al Partido Obrero.Un contingente de turistas alemanes y americanos que andaba dando vueltas por Caminito tambièn se tentò y vino.Mucha gente del barrio,vagos y desocupados,tambien conspicuos comerciantes y profesionales completaron la grilla.
El menù eran choripanes y locro.Algo bien argento.
El local reventaba de gente,por lo menos cien personas.
Todo estaba decorado de distintos colores,con màscaras de cotillòn colgadas y gigantescas imagenes del tarot.Lo ùnico que pude conseguir.De todos modos nadie se fijaba en la decoraciòn.
Todos habìan bebido en exceso.
Con una jeringa habìa inoculado cien chorizos,al terminar de cocinar el locro le agreguè el polvo.Los cirujas me ayudaron a servir.
Estaba exultante.Por fin el Bar estaba lleno.Querìa que el tiempo se detuviera en ese instante.
Todos comieron con avidez,cayendo casi al ùnisono como en una sinfonìa o una òpera maestra.
Elegì un chorizo,dejando de lado el locro.Lo impregnè bien.
La bolsa de un kilo la habìa comprado en la quìmica con la excusa del trabajo en joyerìa.
Reìa y sonreìa feliz a pesar del dolor y el retorcimiento que el cianuro me provocaba,mientras caìa sin dejar de masticar.

EL BAR.

Raùl Cardillo para Los Verdugos.
10 de Febrero de 2017.

Texto agregado el 25-02-2017, y leído por 82 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-10-2018 !Muy bueno! juancarlosII
 
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