No tenía necedad de un amor perfecto,
siempre recurrí a la imperfección
como legado de mi estamento,
siempre prescindí de ser normal
porque mi conciencia
no se adecuaba a los mandatos impuestos.
Ya te dije que no quería un amor perfecto,
necesitaba que te quedarás,
que te esmeraras por no fallarle a mi alma,
pero con vos era de gusto,
con vos fue fiebre y luto.
Un bye,
un no necesito de tus celos,
un eco de mis pensamientos,
eso fuiste en el escarnio del intento.
No serás el primero ni el último
que abandona en mi juego,
no serás la perfección del amor
porque sólo me bastaba con reposar en tu cielo,
¡y a vos no te importó!,
¡no te alcanzó!,
que te expusiera las laceraciones de un corazón
abatido por el desamparo del tiempo.
En el triste final,
recae sobre este innoble verso
un rocío estival,
y no me amenaces que te irás,
pues, mi soledad
te señalará la salida al pasar
y a pesar de pensarte no eras mi verdad.
No tuvimos besos
sólo la frivolidad del desencuentro,
repitiendo como loro un te quiero
te metías en mi cerebro,
¡y fingí, fingí creerlo!,
dudé y descreí de todo,
porque las heridas
no habían cicatrizado, ¡pa' colmo!
y de este amor, quedó el vuelto y el polvo.
___•___
No es que no te quiera,
pero se encapricha
por no entender del amor, el interior del poeta,
y para que el dolor sea menos elevado,
ha jugado de juez mi conciencia
para que el corazón se resigne al ocaso,
a instancias de su felicidad,
a instancias del daño.
He jugado de juez y de parte
para preservar la envoltura de tu diamante,
para preservarte de los demonios
que se asoman en mis arrebatos aberrantes. |