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Inicio / Cuenteros Locales / vejete_rockero-48 / Donde las aguilas se atreven

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Desde las alturas puedo observar con facilidad toda actividad comercial desarrollada en pleno centro de la ciudad de Iquique. La tarde cede ante la llegada de una nueva noche, y es justo a esta hora, cuando las personas salen de sus hogares a pasear por la turística plazuela "Almirante Carlos Condell"
Grandes grupos familiares disfrutan la frescura de múltiples ráfagas de aire, que perezosas bajan desde las altas copas de una gran variedad de palmeras existentes en el lugar. Todos tienen el placer de encantarse con los aromas de hermosas y multicolores flores que dan vida a los bandejones centrales.
A pesar de ser finales de primavera las noches poseen deliciosas temperaturas ambientales, y el cambio estacional invita a exquisitas excursiones nocturnas.
Desde mi privilegiada posición también puedo apreciar incontables hordas de turistas extranjeros visitando los principales centros comerciales de mi ciudad. Iquique se alza orgulloso en estas áridas arenas nortinas.
Yo trabajo en una pequeña tienda de vestuario, y al llegar el horario de fin de actividades y término de atención al público, suelo subir al segundo piso para cerrar aquellas amplias puertas de madera que dan acceso al panorámico balcón del local.
Aprovechando este lapso de tiempo; cuando mis compañeros de labores se retiran a sus hogares, enciendo un cigarrillo disfrutando desde lo alto el paisaje urbano. Debo ser sincero al decir que me encanta esta hora del día.
Judith Cecilia sube de improviso al balcón, y sonriéndome se sitúa a uno de mis costados. Está demás decir que se ve preciosa. Viste blusa blanca y una corta falda color damasco, las tonalidades corporativas de nuestra empresa. Hace algunos meses que somos amigos y compañeros de trabajo; además hace meses que estoy enamorado de ella pero nunca me he atrevido a decirle nada.
_ ¿Y tú que haces acá?_ Pregunto rompiendo el silencio_ ¿No regresas a casa?_ Comparto mi cigarrillo con ella.
_ Aún no, es demasiado temprano. También es sábado y mañana no trabajamos, así que no hay apuro. ¿O estas deshaciéndote de mi, quieres que me vaya?
_ ¡Vamos no hables tonterías, no deseo pelear contigo!_ Dibujo una sonrisa en mis labios, recordando que prácticamente siempre terminamos nuestras conversaciones discutiendo, enojados por cualquier cosas sin importancia. No tengo la menor idea del por qué.
Desde las alturas vemos llegar el furgón de carabineros que viene en busca del policía de tránsito. Se hace tarde y cada vez hay menos actividad frente al inminente cierre del comercio.
_ ¿No saldrás esta noche?_ Pregunta Judith Cecilia fumando de mi cigarrillo_ ¿No acostumbras a salir los días sábados a beber una cerveza con tus amigos Thomasito y Oscar?
_ Lamentablemente hoy no. Thomasito tiene inventario, y Oscar por su parte debe llegar temprano a casa. Así que tendré que retornar a mi hogar sin beber esa fría, espumosa, y refrescante cerveza. Para ser sincero contigo, la necesitaba con urgencia_ Ambos reímos de muy buena gana.
_ No es necesario que te quedes con las ganas. ¡Invítame, yo puedo acompañarte!
_ ¿De verdad?_ Pienso que esto es una imprevista y grata sorpresa_ ¿Y que harás con tu novio, aquel motociclista que viene por ti todas las noches?
_ Te he dicho más de una vez, que no es mi novio. Es solo un buen amigo; pero debo admitir que también es un admirador. Y aún cuando le he dicho de mil formas que no siento nada por él, él persiste en seguir viniendo a buscarme.
_ Así es el amor_ Sonrío burlón.
_ Acostumbra a venir por mi en su motocicleta, y yo aprovecho para que me lleve a casa. Sin saberlo me ayuda a ahorrar algunos pesos en locomoción.
_ ¡Eres una malvada aprovechadora!_ Digo cuando estallamos en una sonora carcajada.
Cierro las puertas y apago las luces del segundo piso, ambos bajamos las escalas dándonos cuenta que solo queda en las instalaciones Don Arturo Payaya el dueño de la tienda. Depositó en sus manos las llaves de las bodegas y de los accesos al balcón, él apenas nos mira; raspa con sumo cuidado una serie de boletos de juego de azar que tiene esparcidos sobre el escritorio (Mi jefe de aquel entonces era un ludópata tenaz, quizás algún día me anime a escribir sobre él)
_ Por favor Jorge, deja bien cerrado cuando salgan_ Clamó sin mirarnos cuando encendía un cigarrillo, mirando concentrado sus cartones de lotería.
_ Así lo haré, buenas noches_ Nos despedimos de él.
_ Espérame un segundo_ Una vez afuera Judith Cecilia camina en dirección del motociclista que aguarda por ella en el estacionamiento. No puedo ver su rostro debido a que no se ha quitado el casco.
Mientras ellos conversan, yo aseguro con sumo cuidado la pequeña puerta de salida del local.
Enciendo un cigarrillo esperando el regreso de mi amiga; más allá y a unos metros, el motociclista con las manos en la cintura pareciera adquirir un toque de coraje ante la noticia de nuestra cita, pícaro sonrío para mis interiores cuando él gira su rostro para mirarme.
Pasado algunos minutos Judith Cecilia retorna a mi lado_ ¿Vamos?_ Dice sonriéndome. Yo imagino la cara del admirador de mi compañera. También tengo la certeza que nunca más lo volveremos a ver; por el rabillo de mis ojos lo observo alejarse, acelerando enojado su motocicleta, dejando atrás una estela de furia mezclada con el ensordecedor ruido del motor.
_ ¿Parece que se enojó?_ Pregunto fingiendo desentendimiento.
_ Que se vaya a la mierda_ Responde Judith Cecilia _No es mala persona, de hecho es muy simpático, pero no siento nada por él.
Vamos en dirección a "El Cantón de Nebrasca" bar ubicado a unas cinco manzanas de distancia; es relativamente cerca, así que decidimos ir caminando.
Bajamos a la costa por avenida Tarápaca, y al llegar a la intersección de la calle Obispo Labbe giramos rumbo norte. Así reiniciamos la ruta por Thompson. ¿Por que estoy dando estas coordenada? podría preguntarse el futuro lector de estas memorias; bueno, es por qué Thompson a esa altura del centro de la ciudad, pasa a ser un pasaje, y por ende mucho menos transitado. Y la estrecha vía mantiene las masas de turistas en los accesos principales; odio las multitudes y aglomeraciones de fin de semana, me encanta que por esta angosta vía se pueda transitar tranquilamente.
Debo acotar que la luminaria de la calle es completamente deficiente (pasado casi dos décadas de esta historia, las luminarias siguen en la misma tónica. ¡maldita alcaldía que no hace una mierda por la ciudad!), y conversar con Judith Cecilia cruzándonos con pocas personas, por una calle casi en penumbras, hace del paseo algo mucho más intimo. Quizás esta noche tendré el valor para decirle lo que siento por ella.
Caminamos lentamente charlamos trivialidades, riendo de situaciones que se presentan en el trabajo, platicando del dueño de la tienda Don Arturo Payaya y de sus dos hijos vagos. Riendo de las locuras que generalmente pasan con clientes en los departamentos de la tienda (solo quienes han trabajado en ventas sabrán a que me refiero)
A mitad de cuadra Judith Cecilia se detiene posándose frente a mi; sonriendo y de imprevisto toma mis manos. Con el paso de los años, he tratado de recordar cual fue el tono que adquirió mi rostro esa noche, imagino que sorprendido.
_ ¿Jorge me lo dirás ahora?_ Preguntó en forma directa.
_ ¿Que te diga qué?_ Respondí como un perfecto imbécil sin saber que decir.
_ Que estás enamorado de mi. Necesito saberlo, pues estoy enamorada de ti_ Judith Cecilia sonríe con sinceridad y su sonrisa me cautiva. Con una desconocida facilidad me pierdo en el profundo océano de su mirada cuando aquella felicidad invade literalmente mi alma.
_ ¿De verdad?_ Digo como un tonto, tomando su rostro con ambas manos.
Nos besamos por primera vez una agradable noche camino hacia "El Cantón de Nebrasca"; aquel local ubicado a cinco manzanas de donde trabajaba, aquel bar donde solía ir a beber una cerveza los días sábado; hace veinte años atrás cuando laboraba en una tienda de vestuario.



Texto agregado el 25-02-2017, y leído por 403 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
30-03-2017 ¡Me encantó y me atrapó! Por qué no decirlo, me sentí muy bien cuando ambos reconocieron el amor que se sentían. Está muy bien escrito. Bien situado y con detalles que te hacen sentir al lado del narrador. Marthalicia
25-02-2017 Muy bueno tu texto, en la medida que uno lo va leyendo lo va imaginando y lo va sensibilizando de tal manera que al final uno se siente pleno, un abrazo y estrellas desde Colombia nelsonmore
25-02-2017 Romántica historia,que me trae a la mente recuerdos gratos.UN ABRAZO. gafer
25-02-2017 Un texto hermoso. Usted tiene vejetín, un corazón muy romántico, ¿lo sabía? Un abrazo inmenso. MujerDiosa
25-02-2017 Excelente relato en el que primero me haces recorrer y recordar calles y pasajes de Iquique (Ciudad en la que estuve varado tres semanas porque no pude resistir los 5000 mts de altura en la mina Rosario de Collahuasi) y en segundo lugar es la emoción que provoca la actitud de Judith Cecilia, esa de tomar el toro por las astas y vencer su timidez. vicherrera
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