Será que los políticos son una maldición para todos los peruanos, también me pregunto ¿Cómo es posible que este país haya sobrevivido durante tanto tiempo? Pues casi todo el tiempo los codiciosos, los que buscan su propio medro ganan las elecciones, ahora sabemos que ayudados por empresarios corruptos nacionales y extranjeros, que aceitaron las manos de todos los candidatos, para cobrar luego los favores inflando los precios de las obras tan necesarias a la población.
Es evidente que el Perú tiene una gran docilidad y acepta voluntariamente cualquier tributo que se le impone, o suscribe todo pacto que implique un renunciamiento nacional, una nación así es lógico que sea visto como un débil y sea agradable para los que dé él se sirven.
Más los que escarnecieron los derechos de sus ciudadanos, los que defraudaron a todos sus votantes, que despojaron de millones a este sufrido pueblo, no pueden merecer otra cosa que odio, si algunos fiscales y jueces tratan de suavizar las condenas a tanto corrupto, la historia que es la encarnación de una verdad superior y de un mejor derecho, dictara su sentencia indeleble marcando sus frentes para siempre.
En esta hora critica en que el pueblo debido a los manejos de unos malhechores queda a merced de una dura humillación, la obediencia y el cumplimiento del deber para con ellos es puro formulismo, es locura, no debe haber obediencia para sus superiores pusilánimes, sino lealtad a la nación, todos los jóvenes que sepan de los turbios manejos deben denunciarlos, limpiar sus instituciones y limpiar sus propios caminos.
Los jóvenes son honestos en su mayoría, idealistas, soñadores, más los hombres doblados por el peso de los años, no hay uno en mil que no pueda ser sobornado con promesas de condecoraciones, amor, votos, ascensión social o recompensas económicas, este mundo no sería tan malo si no hubiera en el la gente que hay, por eso el hombre que condona la injusticia habrá perdido para siempre toda esperanza de tranquilidad y la seguridad se ira con ella, pues no existe seguridad si uno no tiene la conciencia tranquila.
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