Se había quedado dormida viendo el telediario. Debió de ser una de las noticias escuchadas la que le ocasionó un sueño inquieto, más bien pesadilla. El lozano locutor, con una frialdad que no encajaba en absoluto con lo noticiado, comunicaba la prolongación de la vida laboral hasta los setenta.
Lo cierto es que María dormitó un rato sin un minuto de sosiego.
Se vio, de inicio, arrastrar su humanidad cuasiseptuagenaria por los pasillos del instituto, con un cuarto de hora de anticipación sobre el aviso del timbre, por mor de no llegar tarde a clase. Pese a su celo profesional, rémora de otros tiempos de rozagante juventud, llegaba siempre tarde al aula. Sin resuello, jadeante, depositaba su extenuado cuerpo en el sillón con el ánimo de aliviarse la fatiga.
Repuesta de la maratón, consultaba la agenda ,pues ya no se fiaba de su otrora ágil memoria.
-Sí, hoy tocan las clases de palabras-se decía para sus adentros mirando al tendido y daba comienzo la clase.
-Son ocho los tipos de palabras con que contamos: artículo, adjetivo, sustantivo, pronombre, verbo, adverbio y...-dubitativa, se detenía su perorata.
-Venga, doña Prehistoria, que solo le faltan dos- alentaba un gamberro, por lo bajinis, desatando las risas de los compañeros de alrededor.
-Eso sin contar con que desde la época de los dinosaurios no haya surgido una nueva clase- se sumaba el compañero del bufón, que tampoco nunca falta en una clase que se precie.
Y Doña Prehistoria, que algo había oído pero que no tenía fuerzas para pelear contra la falta de respeto a las canas, proseguía tras una suave reconvención.
-Chicos, chicos, no seáis díscolos-les reprendía dulcemente a la par que se dirigía al encerado.
-Doña Prehistoria, cuidado con el escalón, no vaya a dar un traspié y se le caiga la peluca- volvía a la carga el joven gamberro que ignora que el tiempo será implacable también con él.
Y doña María hace como que no oye, obvia discutir pues ni la entienden ni los entiende, y escribe en el encerado las características del sustantivo.
Toca el timbre y siente un ligero alivio. Sale cansinamente y se dirige a la sala de profesores, donde se desahoga con sus compañeros de los incidentes del día que, ¡ay!, acaba de empezar. Luego se sumerge en sus sombrías meditaciones: ayer tenía examen con los de cuarto y me olvidé. El mes pasado llevé a los alumnos de 2º de bachillerato un examen de 1º. La semana pasada estuve de baja por una crisis reumática. ¡Este gobierno nos quiere matar sin haber disfrutado de la jubilación! ¡Con lo bien que estaría yo en uno de esos viajecitos del Inserso en Marbella...!
Y justo cuando la entrañable profesora se veía en una playa de Marbella, reposando en una tumbona y deleitándose con un vermouth, se interrumpió la siesta. Pilló avanzado el pronóstico del tiempo. Solo pudo oír que en los días siguientes arreciaría la borrasca.
-Bueno, llevo veinte años trabajados. Solo me faltan veinticinco y , con un poco de suerte, a lo mejor la vejez es más benévola conmigo que con la pobre doña Prehistoria.
Y salió de casa a dar un paseo, pues no es nada saludable hacer prolepsis, así sea en sueños. |