Luisa se distraía leyendo durante la media hora de viaje en metro hasta la oficina. Era secretaria en unas oficinas de la calle Alcalá.Pero aquel lunes apareció él, un chico de unos treinta años, alto, moreno y con una mirada verde , y Luisa dejó de leer al sentirse observada.
El ritual de cruce de miradas se prolongó durante un mes a las ocho en punto de la mañana.
Luisa , hechizada, esperaba la oportunidad para establecer contacto con el misterioso chico del metro; pero ese viernes no vino y no volvió a verlo.
Volvió , chasqueada, a la rutina de la lectura mientras se preguntaba si el joven se habría trasladado de barrio o de ciudad o habría enfermado.
Ese día era un día lluvioso y tristón y Luisa se preguntó : ¿ A qué saben los besos no dados?