La voz

Era esa voz detrás del teléfono que preguntaba quién era, se oía entrecortada, cercana ... ambigua.

La voz oía, sonreía, miraba y yo preso de saber a quién le pertenecía era incapaz de colgar, buscaba un lápiz para anotar el mensaje o lo que fuera pero no escribía nada, a lo más llegaba a garabatear círculos en los post it. Me acariciaba el oído sin ser melosa ni halagarme; quise oírla más tiempo incluso sin pensarlo respondí unas cuantas preguntas privadas, mientras sonreía a la voz, que lejos de callarse o silenciarse ya se había instalado en mis recuerdos hasta que los ¡ beep! ¡ beep! del aparato la enmudecieron y yo sordo desde hace unos años por fin encontré mis audífonos en mis bolsillos.