Todo pasaba en esa habitación.
Aunque todo estaba en silencio,
ellos dos, escuchaban una canción,
era su canción,
ellos la habían hecho.
No vivían en el mismo techo,
pero tenían una parte del otro en el pecho,
no era una cadena, ni un tatuaje,
era una parte de alma,
que la llevaban de equipaje
cuando iban a visitar cualquier paisaje.
Ellos dos eran uno,
se complementaban perfectamente,
eran una de esas conexiones almáticas
que se ven cada 1.000 años.
Eran uno,
aunque eran dos,
pero fue eso lo que mató la relación,
todo en esa relación era monótono,
era como vivir solo,
te sientes bien, pero estas aburrido,
y los dos lo sabían perfectamente,
y así fue como todo cayó.
Lo bueno siempre es pasajero,
y lo malo se queda.
Ellos dos lo aprendieron bien
y siguieron sus caminos,
por donde lo habían dejado. |