El caracol sale ufano a la vida en un día de primavera.Asoma, confiado, sus cuernos al sol y viene un niño malintencionado y...¡zas!,le pega un pisotón. El caracol, asustado, se esconde. Pero ese sol tan tentador...No puede resistirse y vuelve a asomarse, ahora con cierta cautela.
Pasa por allí un señor que, sin mala intención,lo aplasta bajo su bota.
La juventud y vitalidad del caracol hacen que no sucumba,mas, malherido, vuelve a replegarse.
El astro sigue llamándolo a cicatrizar sus heridas con sus terapéuticos rayos.
Y vuelve a salir, cada vez más maltrecho y receloso.
La dueña de la casa, a cuya puerta toma el sol nuestro diminuto animalito, se pone, madrugadora, a barrer con una aséptica buena intención.
Deposita al caracol en el recogedor, junto a cáscaras de pipas, bolsas de golosinas y palos de chupachups, y lo tira al contenedor de la basura, de donde no vuelve a salir el caracol.
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