HUYO…
Huyo del aullar vocinglero de los perros,
de las concubinas asalariadas,
del mal olor de los prostíbulos,
del peso terrible de la soledad,
de la solemnidad en los templos religiosos,
del silencio rotundo por las noches
en los manicomios,
del tufo ha muerto en los cementerios.
Huyo de sirenas que con su silbato
anuncian la caída del tiempo,
del talan, talan de las campanas
en el crepúsculo de la noche
anunciado sin ton ni son
con su zumbar sonoro
el réquiem de los muertos.
Huyo de los hospitales mal olientes,
del color inescrutable de las aves
de mal agüero,
de las cárceles que parecen cementerios de vivos,
del tifón que asola los océanos y los preña
de tristeza,
de los gendarmes que hacen las guerras,
masacran pueblos y suprimen libertades,
de los presidentes que propician las muertes
con sus políticas educativas desacertadas,
de constreñimiento, desempleo y hambre,
de los diplomáticos y legisladores que negocian
a sus pueblos, lucrándose con sus miserias,
de los religiosos que predican a espalda del Dios
que veneran.
Huyo de los creadores del caos,
de los que desinflan los bolsillos a los que menos pueden,
de los que desamparan a las huestes hambrientas,
de los asalariados del crimen,
de los que comercian con el pensamiento humano,
huyo… de los grandes emporios,
de las transnacionales que les sacan el jugo
a los trabajadores y se apropian
de los recursos naturales de los pueblos.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
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