Viendo María , tras varios fracasos amorosos , que el dios ciego era un inútil en materia de pasiones que no sabía si daba en el clavo o en la herradura, se dirigió hacia el niñato , le arrebató las flechas y el carcaj, tras lo que lo despachó con una patada en el culo.
El diosecillo fue a refugiarse entre sollozos en manos de Venus, que le hace arrumacos y zalemas para consolarlo.
El aguerrido Marte se reconcome con la mala educación del infante, un blandengue inútil para el amor y para la guerra.
Y María , gozosa con su determinación, grita entre carcajadas a su malhadado partenaire: hoy te quiero menos que ayer pero más que mañana. Y se arrancó la flecha de búho que le había propinado ese cobardica con nombre de valiente.
Desde ese día duerme feliz.