Buscando a Alexandro

Como les decía ayer, me fui al Bar El Limbo, donde me esperaba una antigua amiga con quien iba a recordar algo de mi vida pasada.

La contacté llamando a un número que tenía anotado en una vieja libreta negra que llevo siempre conmigo, donde anoto las cosas interesantes que me pueden pasar. Tenía el número al que llamé y al lado una anotación que decía “la 38”. ( El Limbo)

Llegué al Bar y allí me saludaron afectuosamente desde parroquianos hasta personal del Bar.
Se ve que yo era muy conocido. Pregunté por la “38” y se hizo un silencio incómodo.

—La 38 ya no está con nosotros — me informó el barman.

—Yo soy la Susy y te puedo ayudar también—intervino otra dama.

—¿Me conoces de antes?— le pregunté. Ante su asentimiento la invité a sentarse conmigo en una mesita, en un rincón del Bar.

—Me da mucha pena que hayas perdido la memoria, sobre todo porque tienes una deuda conmigo. Pero ya hablaremos de eso…

—Por favor, cuéntame todo lo que sepas de mí, de mi vida anterior, todo eso…

—Llegaste al Limbo, como un escritor. Te sentabas allá en esa mesa junto a la ventana y escribías y escribías durante horas en una libreta negra. Y tomabas café tras café. No parecías disponer de mucho dinero y te hiciste amigo de la 38 que en ese entonces era una linda mujer. Un poco loca, es verdad, pero se cuidaba yendo tres veces por semana a un siquiatra que la trataba. Un loquero que se llamaba Zepol, creo.

¡Otra vez ese nombre que me rondaba en mis sueños! Por lo menos ahora sé que es un inofensivo siquiatra.

—Te contaré que a la 38 la llamábamos así, porque su marido le había bajado casi todos los dientes de las palizas que le daba y este Dr. Zepol la mandó a un ortodoncista que le fabricó las prótesis. El asunto es que los dientes de la dentadura postiza más los que le quedaban sanos a ella, sumaban 38.

—Pero ¿Y yo? ¿Dónde encajo en todo esto? Quiero que me cuentes todo lo que sepas de mí…

—Tú eras un hombre medio misterioso. A veces se reunían contigo otros tipos con pinta de mafiosos y por lo que yo sé, a la 38 nunca le contaste nada de tu vida.

—¿Alguna vez escuchaste nombrar a un tal Alexandro Casals?

La Susy me miró sorprendida. Casi se atragantó con el pipermint que estaba bebiendo. Demoró un poco la respuesta. Y lo hizo categóricamente, como para que no quedaran dudas.

—¡No! ¡Ni idea! ¡Jamás escuché ese nombre!

No le creí ni medio. Le agradecí su información y seguiré indagando. Si lo puedo contactar al Dr. Zepol quizá algo avanzaré.
Cont.