Hay ocasiones en que medito cuidadosamente como matar a alguien. O, en su defecto, como matarme. Incluso, cuando hablaba con D , discutimos unas dos veces métodos eficientes y eficaces para poner fin a la existencia veleidosa y mundana.
He de reconocer que ambas cosas (o, como digo intencionalmente regocijándome en el pleonasmo, ambas dos cosas) son ampliamente preocupantes. La primera mucho mas que la segunda, ciertamente. Pero no pasan , ambas dos, de ejercicios mentales que vienen a mi en momentos propiciatorios tales como un orgasmo o la cata de una cerveza particularmente helada y satisfactoriamente degustada.
Con estas manos que la evolución (o Dios, aquí le damos razones para todo publico) me ha dado, es fácil matar. Extendidas de punta a cabo, miden veinticinco centímetros. Sin ningún problema puedo abarcar el cuello de una persona con solo una y tengo la suficiente fuerza y el suficiente conocimiento para apretar de manera certera la traquea. Una manera de morir desesperante y peor si es en medio de un desenfreno erótico en el que la victima no dio su autorización para que le cortasen el aire. Una manera personalisima de despachar a alguien porque , preguntemos, ¿Que es mas intimo que el contacto de dos cuerpos y mirar a los ojos a una otredad que se desvanece lentamente?
También podríamos usar el clásico alambre. Tiene la ventaja que si es suficientemente fuerte y delgado no solo asfixia, sino que degüella y eso es un añadido de angustia y seguridad: angustia para la victima, seguridad para mi mismo. Pero tiene la desventaja de la impersonalidad, puesto que de preferencia , el buen asalto con alambre se realiza de espaldas a la victima, y de ser posible usando una rodilla y la espalda ajena para asegurar el apoyo optimo que permita cumplir con tu tarea. Añado algo que generalmente no se dice: cuando la victima da su ultimo estertor, el victimario ha de apartarse rápidamente, puesto que los esfínteres suelen aflojarse dejando libres todo su contenido.
Séneca, es sabido, tuvo que suicidarse de manera un tanto aparatosa, abriéndose las venas de piernas y brazos, tomando cicuta (la cual no le causo ningún efecto) , y terminó muriendo debido a una reacción asmática en medio de un baño de agua caliente: el vapor le ahogó. Aunque parezca aparatosa, creo que así pondría fin a mi vida. Dos cortes profundos y limpios y ver salir la vida a borbotones, lentamente, mientras me sumo en un profundísimo sueño, sobre el cual solo me puedo preguntar:
¿Sueñan acaso los suicidas con perdones eternos?
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