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-Confieso padre que he pecado- dijo la mujer con voz entrecortada al sacerdote que, cobijado en la penumbra del confesionario, parecía contemplarla en actitud meditativa.

-He sido infiel a mi marido, me he revolcado con otro en el mismo lecho donde le he jurado amor eterno.
El cura no parecía inmutarse y la miraba con fijeza, como conminándola a seguir soltando sus pecados.

-He sido egoísta, he engañado, he robado. Como tesorera del centro de madres he falseado las cantidades recaudadas dejando buena parte de ese dinero para mis propios menesteres. Usted sabe padre, somos seres falibles. La mujer se enjugó sus lágrimas, la voz se le enronqueció y se revolvía sus manos como si estuviese amasando un bíblico pan. Le dolían las rodillas pero era necesario soltarlo todo, alivianar su alma para estar un poco más conforme consigo misma y meridianamente en paz con ese Dios tan implacable que no le perdonaba ni una.

-Mi primer hijo no es de mi marido, eso ya se lo he contado a usted. El que no lo sabe es mi hijo ni tampoco lo sospecha mi marido. Lo que me preocupa es que Wenceslao se parece cada día más a Rubén, su verdadero padre. Son como dos gotas de agua. La mujer se persignó con un movimientos torpe. El sacerdote no le quitaba el ojo de encima, era evidente que le concedía la oportunidad de arrancarse del alma hasta sus más mínimos pecadillos.
-Padre, nunca he sido fiel, nunca. Me merezco el infierno. Además debe usted saber que…


Dos largas horas transcurrieron desde que la mujer posó sus rodillas en aquel tablón. Dos largas horas de confesiones, de hurgar su alma para ventilarla de todo ese contaminante peso. El padre no variaba un ápice en su actitud contemplativa.


Los que vieron como retiraban el cadáver del padre Lázaro del confesionario, juran que en sus ojos parecía irradiarse una especie de cuestionamiento existencial, una profunda plegaria que se quedó suspendida entre los ecos de la enorme catedral.


















Texto agregado el 08-02-2017, y leído por 314 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
13-09-2017 uuuuf! hay pecados que matan carmen-valdes
15-02-2017 Oficios que algunos califican de ingratos, sin mala voluntad pero igual que los cirujanos o los psicólogos, algunos oficios alteran los estados del alma. Qué se le va a hacer. Me gustó tu cuento. vaya_vaya_las_palabras
12-02-2017 Espectacular. El final es de Jaque Mate. Pensé lo mismo que Kharey, pero que bueno que me equivoqué. Me sacaste una carcajada; genial, amigo, GENIAL. Besotes. SOFIAMA
09-02-2017 Ayer lo leí tres veces y ahora otra vez y encuentro que este trabajo que tú presentas como narración en un muy bien detallado desarrollo o trama para mi es un cuento, sólo que me falta para hacerlo perfecto como cuento, un pequeño nexo entre el desarrollo y el final y creo que con tan solo cambiar una palabra bastaría y ahí te digo que pienso parecido, sino igual, al comentarioi de hharey. Vicherrera
09-02-2017 Tu cuento tiene picara simpatía y un contundente final. Se llevo el cura los pecados al más halla. jajajajaja sensaciones
09-02-2017 Genial hermano. El final no lo entendí.. cinco aullidos confesándose yar
08-02-2017 Jaaa...este padre Lázaro no resucita ***** grilo
08-02-2017 Gran relato. Hasta pensé que Rubén era el sacerdote... Un abrazo. kharey
08-02-2017 ups!! sheisan
08-02-2017 Sorprende el final. hipsipila
08-02-2017 Menuda elementa hipsipila
 
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