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Julia salió desplomada del consultorio, el cardiólogo le había detectado una enfermedad del corazón, denominada Cardiomiopatía (aumenta el tamaño del corazón o lo hace más grueso y rígido que lo normal).

Ella sabía que tenía un corazón de la gran mierda, el pobre estaba tan lacerado emocionalmente que comenzó a marchitarse como un órgano inútil.

Hacia dos meses atrás había tenido un paro cardíaco, estaba haciendo los quehaceres domésticos cuando, en lapsos espaciados, los mareos fueron cada vez más seguidos y percibió que perdía la estabilidad de su cuerpo, mientras que el latido de su corazón era cada vez más intenso. No podía detenerlo y sintió miedo cuando, por momentos, el bombeo se detenía bruscamente, asqueándose de su fragilidad se dio cuenta que algo andaba mal.

Estaba recostada en un rincón del comedor cuando llegó un familiar a su encuentro y la derivaron a una clínica. Desde ese entonces comenzaron una seguidilla de análisis, mientras que los mareos eran más frecuentes.

Julia estaba enferma, su corazón se estaba debilitando y sus fuerzas se iban agotando.
Tenía veintiocho años y un corazón roto de amores que ni siquiera la función de órgano había cumplido.


Desde ese momento, Julia se volvió introvertida, melancólica y deseaba vivir con todas sus fuerzas, y mientras dibujaba la silueta de una estrella de seis puntas se lamentó de su mala suerte.

Julia no sufrió más por amor, le pareció una banalidad tal desasosiego, en cambio su corazón requería de otros cuidados más mecánicos, y la vida, a toda prisa, fue acelerando su marcha.

¡Corazón, no te rindas!- se decía a si misma.

Al correr de unos meses, su estado anímico decayó mientras que su sonrisa se fue apagando, pues, el amor se había olvidado de tocar su puerta y habitaba en un solemne silencio de libros y de desencuentros.

Su corazón no le dio tregua, y el muy cobarde se rindió sin fuerzas, dejó de bombear sangre y se detuvo, dejó de recitar poesías y de abatir las penas para permitirse ir y que la paz hiciera lo suyo.

La encontraron en las penumbras de su cuarto una mañana jovial de primavera, con la mirada perdida en alguna abstracción interna, ¿habrá pensado en sus abuelos, en sus hermanos, en su puñado de amigos?, ¿en el paradero del "amor de su vida"?, ¿la parca, le habrá aliviado tanta fatalidad en sus entrañas?

Se fue la muchacha, matando de un olvido digno las tristezas que se llevó consigo, calmando la herida abierta en el pecho vacío y dejando ir su alma, para que obtuviera su redención en las parcelas del limbo, éstas que ostentaban el sacrificio perverso de los días que se habían ido; con un pedazo de nosotros, con todo lo vivido.

Texto agregado el 08-02-2017, y leído por 276 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
10-02-2017 La princesa esta triste? Duele leerte.un abrazo y estrellas. annablaum
09-02-2017 Un corazon fisiologicamente imperfcto y psicologicamente lacerado...triste fin de aquella tierna muchacha. Que sea feliz en la otra vida. za-lac-fay33
08-02-2017 y yo te digo... la razón cuida al corazón. Un abrazo grande como tus sueños. sheisan
08-02-2017 lo que nos diferencia unos de otros no es lo que vivimos, sino cómo reaccionamos ante lo que vivimos. Mariavg
08-02-2017 Volví a leerlo, y ese corazón, necesita un final feliz, y muchos mimos. grilo
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