El día nos regala una hermosa y excelente temperatura ambiental, me encanta aprovechar cada una de las tardes nubladas. Llegamos caminando a la verde plazuela después de un paseo cuya finalidad es disfrutar al máximo las esponjosas nubes color carmesí; un manto de cumulos nimbos pinta de distintos colores el vasto cielo.
Creo que nunca se lo he dicho a Judith Cecilia, pero esta no es la primera vez que visito este sitio en busca del gozo que te entrega un buen instante de paz y tranquilidad, tiempos de felicidad que encuentro entre las refrescantes sombras que vagan perezosamente desde las altas copas de la gran variedad de árboles. Los enormes y nudosos macizos junto a una gran diversidad de flores embellecen esta parte de la ciudad; concurro con bastante frecuencia a este pequeño edén, pues es un lugar que me encanta.
Desde el banquillo de madera donde nos sentamos podemos observar cruzando la calle a un marcial y uniformado policia que custodia las puertas de entrada a una comisaria. Será el mudo testigo de la confidencial y significativa conversación que tendremos.
_¿Como te sientes Judith Cecilia?_ Veo tu mirada algo confundida, sumergida en una tormenta de pensamientos. Cuestionando cada decisión adoptada; acorralada entre los laberintos de la sinceridad e hipocrecias.
_ ¡Muy bien!_ Respondes algo inquieta y complicada; a pesar de ocultarlo tienes la mirada triste y cansada.
Pasan algunos melancólicos minutos cargados de un cumulo de silencios. Tu enciendes un cigarrillo; yo estiro mis piernas hacia adelante acomodando la espalda lo mejor que puedo en el respaldo del banquillo. Sé qué precisamente a esta hora las brisas provenientes desde el océano caen sobre la localidad; peregrinando libremente entre las estrechas calles de Arica; me encanta disfrutar de este particular y refrescante momento. Interminables oleadas de suaves vientos limpian todo el caos y las tristezas del espíritu de la pequeña ciudad.
_ ¿Cómo es ella?_ Pregunto cuando nuestras miradas se encuentran entre divagaciones.
_ Es una flaca sin nada que la destaque, carente de alguna gracia ¡Ah! y también tiene la nariz más pronunciada y deforme que he visto en mi vida_ Una sonora y forzada carcajada escapa de tu boca.
Bajo la mirada apurando una sonrisa en mis labios. Conozco muy bien todos tus mecanismos de defensa frente a lo que no puedes controlar, mirándote deseo encontrar los silencios idóneos que finalicen esta magra etapa.
_ ¡Además tiene el pelo para la cagá!_ La máscara de risas te queda casi perfecta, debo admitirlo. Más en tus ojos hay un dolor que puedo percibir, te conozco lo suficiente como para ver tu corazón quebrado y tu alma herida.
_ Bueno ya sabes la verdad, y siempre en estos casos es cruel e inesperada. No hay nada más que hablar respecto a ellos. Deseo nunca más volver a tocar este molesto tema, no voy a perder mi tiempo conversando de él o de ella contigo. ¡A la mierda! que se vayan a la mierda el par de huevones_ No sé si lo dije o lo pensé.
¿Será este el día en donde finalmente comiences el retorno a la esperada tranquilidad? ¿Dejarás atrás aquel infierno de malos recuerdos?
Te robo la primera sonrisa sincera de la tarde cuando tomo tus manos entre las mias. Como si te ayudase a sacudir toda esa mierda.
Me alegra encontrarte después de tanto tiempo; te ví vagando perdida por las filosas espirales de las decepciones, y sonrío al verte de regreso.
_ ¡Bienvenida!_ Digo sonriéndote con el corazón desnudo; tomando tu rostro con mis manos beso tiernamente tu mejilla; nos abrazamos como si fuesemos solo uno. Ya no estás sola, nos cobijamos bajo las protectoras sombras de los árboles de aquella plaza que tanto me encanta.