Quiérete. Quiérete lo necesario, pero de verdad. No entendamos esta expresión con la superficilidad de un "que te vaya bien". Quiérete sin la aprobación de los demás. Cuando metas la pata, cuando te caigas y, aún más, cuando puedas reírte de los errores y levantarte con ganas.

Quiérete con tus bajones emocionales, con tus estrías, con tus canas, con tus sonrisas infinitas, con tu mal humor por las mañanas. Quiérete en las buenas, en las malas. Disfruta del enorme milagro que eres tú. Céntrate en lo positivo de tu vida y dedica el tiempo justo a aquellos pensamientos que te atormentan y ninguno a las suposiciones de dudosa credibilidad.

Vigila tu diálogo interno, escoge palabras de afecto y dale la bienvenida a cualquier imperfección.
Deja de machacarte. Ni se te ocurra infravalorarte. No compitas con nadie más que con tú yo anterior. Evoluciona, mejora cada día. Ama tu cuerpo, a tu ser y solo después, a todos los demás.
Cree en ti y, a partir de ahí, lo que tú quieras.