SIN TÍTULO. cuando llegas a una ciudad casi veinticinco años después, percibes como el tiempo ha pasado, una barahúnda de calles se desdoblan como guías fantasmales, eres un ser anónimo que guarda un amasijo de noches en los bolsillos, sabes que no tienes hogar, que tu esposa no te espera, resbalas tu mirada por los quicios en sombras de las puertas y no comprendes por qué te hacen recordar un poema de tu hijo y algo te duele en alguna parte, miras en rededor tuyo, solo frías construcciones de concreto te señalan, calculas la distancia hasta el edificio más alto, luego su altura, no sabes si acertaste, no tienes el menor interés en averiguarlo, a tu lado pasa una chica que te sonríe, recuerdas cuando eras joven y tú devolvías esa sonrisa, ahora tus reflejos son lentos, su cuerpo esbelto se aleja con la luna, preguntas por una sala de cine donde exhibían antiguas películas de charles chaplin, ya no existe, de cualquier manera ahora prefieres mirar esas películas en la comodidad de un sofá y con el control en la mano para repetir las escenas que no pudiste entender. al caminar evitas con cuidado los charcos de agua que dejó una fugaz lluvia. el mundo es oscuro. intuyes en tu entorno todavía rostros a media luz, algunos vehículos que transitan a alta velocidad, todos con prisa, en espera aún de sorpresas tardías que les exima del tiempo y su carga de felicidad. sabes también que en algún momento retornará la noche interrumpida, su charla intrascendente y tus eternas pesadillas, a tus oídos llega una frustrante melodía que te parece estúpida, respiras profundamente. sigo sin saber que buscar, piensas, mientras en tus manos contienes el silencio, en la palabra no se encuentra la verdad, no escribiré más, piensas, ahora en voz alta, mientras sigues caminando por la sucia acera de la calle.